Cuando ví el otro día la foto de Aznar y Rivera juntos en el Instituto Atlántico de Gobierno, la escuela de líderes creada por el expresidente del Gobierno, me acordé de repente de lo que un día me dijo un amigo, que conoce muy bien las bambalinas de la política: “Paloma, no lo olvides nunca, los políticos van a lo suyo, y tonto el último”.
Con ello, me venía a decir que no esperara nunca nada de ningún político, en el sentido de que fueran a ser agradecidos, a la hora de responder con justicia a algún favor que alguien les haya hecho. No, ellos van a su propio interés y, al día siguiente, si te he visto, no me acuerdo. Eso sí, si en un momento pueden utilizar a alguien, lo harán en su propio beneficio.
Sabiendo que eso es así, nadie puede llamarse a engaño y, desde ese prisma, pueden analizarse determinados comportamientos políticos.
Digo todo esto porque supongo que el líder de Ciudadanos, Albert Rivera, es consciente de por qué José María Aznar lo invitó a clausurar el máster de liderazgo, que se imparte en esta escuela que ha fundado el expresidente, donde se le puso como ejemplo de alternativa “centrista” y de “renovación política en Europa”, para molestar al PP.
Aznar solo quería dar una patadita en el espinazo de Rajoy, y de su todavía partido. Y nada mejor que utilizar a Rivera de mamporrero. Lo que más puede molestar a los populares.
Llevar a Rivera , y no a otro miembro del PP, como podría haber sido el propio Rajoy, es la muestra de que Aznar está mucho más que dolido con su partido.
Rivera solo ha sido el instrumento, el juguete de Aznar, que igual hoy le dice que es la esperanza blanca de la derecha española, que mañana, si el PP le da algún cariño, le dice lo contrario. Vamos, que él va a lo suyo.
A Rivera no le viene nada mal, porque con ello a lo mejor puede arañar algún voto del sector más a la derecha del PP, pero que no se llame a engaño, hoy lo aplauden, pero mañana lo pueden dejar en la cuneta.
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