Cuando a las siete de la tarde de hoy, José Antonio Monago tome posesión como el primer presidente del PP que gobierna Extremadura comenzará a escribirse una nueva literatura política en la historia de esta formación de centro derecha, que se redactará con un ritmo distinto, “el verso extremeño”, como así lo ha definido el propio Monago. “No soy un barón rojo, ni un verso suelto. Soy, en todo caso, el verso extremeño”, decía ayer ante la Asamblea de Extremadura, minutos antes de su elección.
Esta tarde, el PP culminará, esta vez de verdad, su eterno viaje al centro. Y lo hará de la mano de un hombre “modesto, hecho a sí mismo”, como él mismo se define, de un ciudadano de a pie, que tuvo que trabajar para pagarse sus estudios, de un político de provincia que ha desterrado los viejos tópicos que han perseguido históricamente a la derecha de este país. En una región que, como en Andalucía y en otras zonas de España, los socialistas han crucificado a la derecha y la han identificado con los señoritos y la clase terrateniente que explota al trabajador, un bombero ha sido capaz de destrozar el discurso de la izquierda, a la que ha arrebatado todos sus argumentos y ha empujado al rincón de la historia.
El verso extremeño de Monago es el esqueleto de un proyecto de centro derecha que tiene que abrise a las ideas de otros, “las buenas ideas no tienen color político”, dijo ante la Asamblea, si quiere arañar votos para llegar al Gobierno; pero que no tiene por qué renunciar a lo que siempre ha sido, sino simplemente ensanchar sus líneas para acoger a todos.
Solo un hombre como Monago podía culminar la épica tarea de poner fin a 28 años de socialismo en Extremadura. Así me lo dicen por las calles de Mérida y, después de hablar con él en varias ocasiones, constato que es verdad. No podía haber encontrado Rajoy un político mejor para seguir conquistando el territorio que le separa de la Moncloa.
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