Todo fueron sonrisas en la rueda de prensa oficial previa a la final de esta noche. Laso, Bartzokas, Felipe y Printezis. Ni una mala cara entre ellos. Sólo flores y más flores. Anticipo de un partido en el que nadie repartirá un clavel y que se parecerá más a una partida de ajedrez que a un encuentro de baloncesto.
Lo anticipaba el técnico griego. “Ante el CSKA hicimos una defensa que no nos valdría de nada frente al Real Madrid”. Aviso para navegantes. El Olympiacos es un equipo que vive de adaptarse a su rival y agudizar sus defectos. Así le ha ido bien y es así como encara cada partido.
Ante el Real Madrid, buscarán evitar el contragolpe y que sus hombres de perímetro no puedan lanzar en buenas condiciones. Suena fácil, pero no lo es. Bartzokas cuenta con una “legión” de jugadores que creen fielmente en su estilo y saben aceptar su misión. Morir por el equipo. Así lo hicieron ante el CSKA –el equipo más anotador de la Euroliga, al que dejaron en solo 52 puntos- y salieron victoriosos.
Esta noche, en el O2 Arena estarán arropados por 6.000 griegos, muchos de ellos recién llegados de Atenas exclusivamente para la final. Spanoulis es el hombre elegido para encarnar ese espíritu de la grada en la pista. El alma mater del equipo. El técnico sobre la cancha. Junto a él, destacan dos de los hombres “altos”, que sin serlo mucho, sí que llevan el peso en la pintura de los helenos: Hines y Antic.
El primero, con su 1,96 raspado de estatura, se pega en la zona como el que más. Un jugador que recuerda al mayor de la saga de los hermanos Reyes, pero con algo más de calidad. Contra el CSKA fue el mejor de largo, sacando de sus casillas a todo un ex NBA como Krstic que le sacaba casi veinte centímetros.
El caso de Pero Antic es también atípico. Un hombre alto, con capacidad para dominar cerca del aro, pero cuya excelente muñeca le lleva a mirar la canasta desde lejos. La defensa de sus rivales obliga a dejar muchos espacios a la espalda que normalmente aprovechan muy bien sus compañeros.
Pero el CSKA es más. Es la garra de Printezis en el poste bajo, la clase de Papanikolaou en el perímetro y el físico de Acie Law (¿tendrá minutos Draper para frenarlo?). Es la decisión de Sloukas y el trabajo de Perperoglou y los “muelles” desgastados de Powell. Todo funciona como una máquina para sacar el mejor resultado. El que les llevó a ser campeones el año pasado y que les ha llevado hasta la final en este.
Ahora queda ver si con eso les da para frenar al Real Madrid de la ilusión inmensa. De los 18 años sin ganar “su” trofeo. El Madrid del corazón y la alegría en la cancha. Del contragolpe vertiginoso y el desparpajo sin fin. Ese Madrid que ahora sí cree en sus posibilidades y que está también a un solo paso del sueño.
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