“Algún día tú le darás la Copa de Europa al Real Madrid y yo lo contaré“. Fue hace cuatro años, con el ahora base madridista apurando sus últimos días como jugador en la NBA, cuando se produjo esta conversación entre él y un servidor con el vestuario de los Knicks en el Garden como único testigo. Una historia que, por azares del destino, está cerca de hacerse realidad y cuya intrahistoria os relato a continuación.
Un par de días antes, Alberto Herreros había ido hasta Nueva York para sellar el compromiso de Sergio con el Real Madrid. Por entonces, yo vivía en Nueva York y en esos días me había venido a visitar un buen amigo, también periodista, Aitor Labrador. Entre idas y venidas a la rueda de prensa, Aitor me advirtió que había visto a Herreros saliendo con el “Chacho” del vestuario. Corrí para confirmarlo (no porque no le creyera). Quería verlo con mis propios ojos.
Al día siguiente, la noticia estaba en la calle. El Chacho, Sergio Rodríguez, decía adiós a la NBA y jugaría en el Real Madrid. No es que aquello fuera la exclusiva de mi vida. Es más, era casi un secreto a voces, pero la presencia de Herreros confirmaba lo que todos esperaban. Dos días después, como muchas otras noches, volví al Garden para cubrir un partido de los Knicks, uno de los últimos de Sergio Rodríguez como jugador neoyorquino.
Cuando entré al vestuario, Sergio estaba allí, como tantas otras veces, pero su sonrisa pícara anticipaba algo nuevo. “¿Qué has escrito dog?”, me preguntó, en referencia a la noticia de Herreros y él saliendo del Garden. La pregunta no exigía explicaciones, era más bien un “me has pillado”, así que todo derivó en una conversación sobre el futuro.
Aquel Sergio era un jugador sin confianza, al que los diversos entrenadores que se había encontrado en la NBA habían ido socavando la ilusión hasta convertirle en un jugador más. Uno del montón. Me alegré mucho cuando supe que volvía a España y tuve claro que en Madrid volvería a ser grande. “Ya verás como algún día le darás la Copa de Europa al Madrid y yo estaré allí para contarlo”, le dije.
Cuatro años después de aquella noche, la frase está más cerca que nunca de hacerse realidad. El Maccabi es el último escollo el próximo domingo. Si nada se tuerce, Felipe Reyes debería levantar la Novena, mientras Sergio Rodríguez la disfruta con esa sempiterna sonrisa en el rostro. Igual que aquella noche en el Garden.
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