Los primeros días de todo suelen ser complicados, por eso me gusta intentar ir con tiempo a los sitios, situarme y evitar las prisas de última hora. La teoría está muy bien, pero luego, a la hora de ponerla en práctica, siempre suele pasar algo. La jornada inaugural de un gran evento deportivo siempre surgen dudas. La primera, y más importante, cómo llegar hasta el sitio en cuestión, en este caso el Dvorana Zlatorog (cuyo nombre ya analizaremos con detenimiento otro día).
Suele ser sencillo, pues una shuttle de la organización para en la puerta del hotel y te lleva hasta la puerta, pero el destino me tenía preparada ya a media mañana la primera prueba del día. No podía ser tan sencillo. Lo que llevaría medio minuto –cruzar la calle y esperar en la parada del autobús- se convirtió en una carrera de obstáculos para superar la “Fan Zone” situada justo enfrente del hotel de prensa.
Sí, la zona más animada de un evento deportivo está bien cuando vas allí de visita, pero cuando la tienes debajo de tu ventana, con el “Gangnam Style” a todo trapo desde las diez de la mañana, pierde emoción la verdad. Después de intentar convencer a dos policías de que sólo quería atravesar para coger un autobús, tuve que desistir y dar una vuelta de varias manzanas, así que por una vez, y sin que sirva de precedente, daré gracias al tráfico que me salvó de tener que esperar un buen rato al siguiente shuttle.
La primera prueba estaba superada, así que todo tenía que ir a mejor. Nada más llegar al pabellón, lo primero es buscar el centro de acreditaciones, que en este caso estaba muy bien localizado. La primera impresión del recinto por dentro me ha gustado. Un pabellón vetusto por fuera, pero muy elegante y coqueto por dentro. Pequeño, pero acogedor. Como es la primera fase aún y no hay muchos medios, lo de encontrar sitio ha sido relativamente fácil. Segunda fila en un lateral. Centrado. Perfecto.
Ha sido a partir de ahí, cuando las cosas han empezado a ir de mal en peor. Los problemas técnicos son lo que más odio, porque no dependen de mi y la tarde ha sido muy peliaguda en ese sentido. Tanto, que el cierre ha terminado siendo un pequeño caos del que siempre se acaba saliendo gracias a los compañeros que se quedan en Madrid.
Me ha gustado un detalle. Al acabar la rueda de prensa, y cuando ya estábamos casi todos los periodistas de vuelta en nuestro lugar de la tribuna, Juan Antonio Orenga ha ido saludando a todos, comentando el partido. Un gesto cercano que siempre es de agradecer.
Para terminar el día, he perdido el autobús. Casi 3 kilómetros de caminata hasta el hotel. Nunca viene mal un poco de ejercicio, que con tanto ajetreo uno se olvida del deporte, pero no era el día ideal. En cualquier caso, y visto lo visto, todo tiene que ir a mejor. Al menos, la selección ha sacado adelante su partido con solvencia y mañana, segunda jornada de partidos, nada me pillará ya de nuevas. ¿O sí?
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