Emilio V. Escudero el 01 abr, 2011 Una joven estrella, un técnico novato y un puñado de descartes han colocado a los Bulls en la senda del anillo doce años después. Tras la marcha de Michael Jordan, las canastas de Chicago se habían quedado huérfanas. La década de los 90 marcó la época dorada de una franquicia que ganó seis anillos de la mano del mítico número «23», pero que luego, como ocurre de manera cíclica en la NBA, tuvo que conformarse con mantenerse en el grupo de comparsas, a la espera de su momento. Diez temporadas de larga reconstrucción, buscando los mimbres para volver a ser grande. Una tarea complicada y sin reconocimiento público que ha empezado a dar sus frutos este año. A pesar de empezar la temporada en segunda fila, los Bulls han sabido hacerse un hueco entre los aspirantes al anillo. Al favoritismo de Boston y Miami en el Este se han unido, por derecho propio, los Bulls, que, de la mano de un excelso Derrick Rose, están jugando el mejor baloncesto de la liga. En su tercer año de profesional, el base de la Universidad de Memphis ya aparece en todas las quinielas para ser MVP de la temporada. Fue el mismísimo Michael Jordan el que le colocó esa presión, en un intento por darle un empujón de confianza en sus posibilidades. «Que no os sorprenda si llegan seis títulos más. Chicago tiene al MVP de la liga en Rose». Un guiño a sus números -25 puntos y 7,9 asistencias-, pero también a su liderazgo, con el que ha sabido llevar a los Bulls hasta la primera posición del Este a sólo un mes para que termine la temporada regular. A su alrededor, John Paxon, uno de los artífices de aquellos anillos de los 90, ha sabido colocar un grupo de jugadores con mucha hambre de éxitos. Jóvenes talentos como el de Noah -hijo del mítico tenista francés de los 80 Yannick Noah- o el sudanés de pasaporte británico, Luol Deng, con ilustres veteranos como Carlos Boozer, que tras muchos años de sinsabores en Utah decidió salir este verano en busca del éxito que le ofrecían los Bulls. Descartes de otros equipos, como Kyle Korver, Ronnie Brewer o Keith Bogans han suplido sin problemas las lesiones de hombres importantes, formando un grupo homogéneo a las órdenes de Tom Thibodeau. Sin experiencia previa en un banquillo, Thibodeau fue llamado este verano para hacerse cargo del equipo. Veinte años de carrera a la sombra, veían su oportunidad de dirigir, por fin, a un conjunto NBA. No lo dudó. Aceptó el reto y en sólo nueve meses ha conseguido transformar la mentalidad de una plantilla que ahora sí se cree que puede aspirar a todo. No obstante, son los líderes del Este con sólo 16 partidos por jugarse. La fiebre ha vuelto a Chicago. La Ciudad del Viento vuelve a creer. NBA Comentarios Emilio V. Escudero el 01 abr, 2011