Si Jerusalén, la ciudad santa cuna de tres religiones, es el principal destino histórico de Israel, Tel Aviv “la Ciudad que Nunca Duerme” por su intensa actividad cultural, conocida también como “La Burbuja” porque no para, o la ciudad “gay friendly”, es el destino más cool del país.
Edificio de estilo Bauhaus en Tel Aviv. (Foto: P. Arcos).
Sus muchos edificios modernos hacen que también se le llame “la Ciudad Blanca”. En 2003 la Unesco la incluyó en la lista de Patrimonio Mundial por poseer más edificios de estilo Bauhaus que ninguna otra ciudad del mundo.
Casas del puerto de Jaffna. (Foto: P. Arcos).
Pero esta modernidad no debe de hacernos olvidar que encierra un largo pasado histórico. El barrio de Jaffna, origen de la ciudad, se remonta a hace 3.000 años. Desde aquí Jonás embarcó antes de ser devorado por la ballena.
Fachada del Museo de Arte de Tel Aviv. (Foto: P. Arcos).
Y dentro de la ciudad moderna, el Museo de Arte es lo más cool. El edificio ya es en sí una obra de arte. Fundado a mediados de los años 30, aumentó considerablemente su tamaño en 2011 al inaugurarse un nuevo cuerpo al lado del antiguo.
Arriba, el Guggenheim de Bilbao. Abajo, la Casa da Música de Oporto. (Fotos: P. Arcos).
Algunos expertos comparan esta obra del arquitecto Preston Scott Cohen con el Guggenheim de Bilbao o la Casa da Música de Oporto, por sus sinuosas formas cúbicas de tonalidades claras, y por unir dos conceptos fundamentales: el del museo a base de cajas neutras en el interior con el de la arquitectura espectáculo en el exterior.
Traslado de un cuadro dentro del Museo de Arte. (Foto: P. Arcos).
Situado en el corazón de la ciudad, está considerado como el principal centro de arte moderno y contemporáneo israelí, abarcando una amplia lista de campos: pintura, escultura, grabados, dibujos, fotografía, vídeo, arquitectura, diseño…
Museo del Diseño de Tel Aviv. (Foto: P. Arcos).
Pero, a diferencia de lo que ocurre en su hermano, el Museo del Diseño en el barrio de Jolón (Holon), en el de Arte es tan interesante el continente como el contenido.
Museo de Arte. Entrada, Chagall, Picasso y Miró. (Fotos: P. Arcos).
En su colección permanente hay obras de Van Gogh, Cézanne, Monet, Chagall, Kandinsky, Picasso, Bacon, Munch, Kandinsky, Miró… y Gustav Klimt.
Una de las salas de arte israelí. (Foto: P. Arcos).
Pasear por sus salas provoca indefectiblemente el síndrome de Stendhal. Tantas maravillas juntas son difíciles de asimilar en el escaso tiempo de una sola visita. Sin embargo, cuando pasé por el Retrato de Friederike Maria Beer, de Gustav Klimt, no tuve más remedio que sentarme, tomar aliento y pasear mi mirada despacio por este fantástico óleo de 1916.
“Retrato de Friederike Maria Beer” de Gustav Klimt. (Foto: P. Arcos).
Entre las últimas obras del simbolista austriaco, esta es una de las más destacadas. Representa a una mujer vienesa de pie, frente al espectador, sobre una alfombra o pasarela, rodeada por personajes y motivos netamente orientales que el artista tomó de un jarrón coreano que formaba parte de su amplia colección de arte oriental. Con influencias notorias en el colorido fauvista, los personajes que rodean a la joven, como recién salidos de una ópera china, llenan por completo el lienzo en un barroquismo de formas típico del horror vacui (al vacío) que caracteriza al arte chino de las últimas dinastías. Solo por esta obra, el Museo de Arte de Tel Aviv merece al menos una visita.
Tel Aviv desde una de las ventanas del Museo de Arte. (Foto: P. Arcos).
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