¡Qué cachondos somos! ¡Qué de memes más divertidos nos mandamos ante cualquier adversidad! La verdad es que no hay país como el nuestro. O paisitos. O lo que ya sean estas Españas. Cuando don Felipe el Segundo así las llamaba, desde luego tenían más dignidad que la que a veces se tiene en esto que se ha quedado en nominar, «Estado español». ¿Que hay un atentando con 200 muertos? ¡A buscar responsables! Pero políticos y de la cuerda contraria, no a los asesinos. ¿Que hay un cormorán lleno de chapapote? ¡Esa es la imagen y no la de los aún dos desaparecidos en Zaldívar! Que vaya cuajo el del gobierno vasco. Eso sí. Ha pedido perdón. Pero ahí siguen. ¿Que hay crisis económica? ¡Voto a tal! ¡Será por bancarrotas de nuestro otrora Imperio! Cuando España ¡perdón!, el Estado español está en crisis, está pero en la Champions League. Y mientras, y entre los eternos «hunos y otros» unamunianos, algunos les da por las tarjetas black y a otros por las rabizas y los langostinos. Y si hay que recortar, se recorta. Como en sanidad. Como se hizo con el PP, para fomentar la privada, o como hizo el PSOE, para vaya uno a saber qué. Me da una higa. En Sanidad y en Educación nunca jamás en ningún caso ni lugar ningún gobierno ha de recortar medio real de vellón.
Y de repente, cuando surge una crisis de tipo sanitario, ¿qué hacemos? ¡Montarnos en los virus cual si estuviéramos en la verbena del pueblo con el paquete de trujas en la manga de la camiseta, para lanzarnos contra el enemigo! Porque en este bendito país no hay rivales. Hay enemigos. Eso de los rivales es una jerigonza de protestantes puritanos. Lo nuestro es darnos de garrotazos hasta quedarnos bien desahogados. Imagino que se sorprenderán los lectores habituales de estas notas del Espía Mayor, de mi tono pelín negrolegendario. Pero es que a veces dan ganas de empezar a repartir también bofetadas tal que con la mano abierta de un labrador de Castilla, a diestra y siniestra, para ver si se nos quita la tontería. Que parece que no es que estemos tontos, es que andamos en una competición por ver quién es el más atorrante del lugar. Y con atorrante no me refiero al insolidario inhabilitado de la republiqueta inexistente. Aunque también.
Aprovechamos los momentos en que más unidos deberíamos de estar para, precisamente, enfangarnos a ver si dejamos ciego al otro, así me quede tuerto. En ponernos más fanfarrón que vizcaíno pagando para descarallarnos de lo que sólo es una gripe, cagóntó, que parecéis más blandos que la plastilina sobada. Y si la cosa pintan bastos, empezamos a repartir naipe para nadie quede sin jugar la partida. Me da igual que unos se vayan de manifa con una irresponsabilidad de corte criminal, que otros se vayan de mitin porque son más machos que el caballo de Babieca y la yegua de Espartero. Que se tomen medidas, para que los herederos de Lázaro de Tormes, Justinas, Guzmanes, Rinconetes o Cortadillos, se las pasen por los refajos. Buscones todos que, a la primera, nos lanzamos para aprovechar y tomarnos con chufla inmortal recomendaciones serias, dando pretextos a los que andan con la espuma de la rabia babeando para señalar, como a los madrileños, para lapidarles con ese rebozo por la culpa judeo cristiana que tiene hasta el más ateo de nuestros compatriotas.
Compatriotas mal que les pese a los que no quieren serlo. Los que se les llena las fauces de colmillos afilados tapados por la lengua viperina que silba vocablos hueros como solidaridad, pero que a la hora de la verdad disfrutarían con la muerte del enemigo. Que para ellos eres tú. Es chusma. Carne de galeras. Cierto. Y no quiero hacer generalizaciones para no mezclar a tanta gente buena con quienes son botarates hasta para escribir su nombre. Precisamente porque somos un país tan atípico y anarquista, donde de pronto somos capaces de hacer acopio de papel higiénico, Dios o el Diablo sabrá el porqué, a lanzarnos al aplauso unánime a héroes desconocidos, que no anónimos, que lo llevan dando todo desde el primer momento. Porque cuando de pronto caemos que esto es cosa de remar todos a una, remamos. Y más nos valdría recordarlo. Y al que quiera dar por el trinquete, ¡por la borda con él!
Porque, señores políticos, no están en una verbena jugando a ver quién logra sacar al otro de la pista. Están gobernando una nación que sabe reírse de sí misma. Pero cuidado. Que es fácil pasar con una sola vocal, a que seamos una nación de memes… a otra cosa. Pues de lo sublime a lo ridículo hay sólo un paso. Y esto no lo espero de un país tan grande, de una nación tan extraordinaria, como lo es España. Tengamos esperanza. Como se puede leer en el sello de la portada de primera edición de nuestro Quijote, Post tenebras spero lucem. No la esperemos ¡Encendamos esa luz entre todos! Y el que no quiera, ¡al pilón!
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