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Blogs Notas del Espía Mayor por Javier Santamarta del Pozo

Mirando a don Felipe

Mirando a don Felipe
El autor de las Notas en la guisa del Espía Mayor, dibujo de Ricardo Sánchez
Javier Santamarta del Pozo el

Si creen que me refiero a que ando embelesado mirando al Sexto de su nombre, me temo que van desencaminados. Empiezo esta andadura en las bitácoras digitales del ABC, que los hijos de la Albión llaman Blogs, frente a la obra cumbre del Segundo. El que tendría por título Rey de las Españas. Y lo hago día a día para humillación propia. Pues es bueno recordar que siempre hay alguien más poderoso que tú. Con admiración, por quedar embelesado de manera cotidiana ante la Octava Maravilla del Mundo. Y con orgullo, por tener frente a mí a una de las bibliotecas más impresionantes y hermosas que haya.

En este Real Sitio de San Lorenzo de El Escorial, y en el Palacio Monasterio no suficientemente conocido (ni siquiera se encuentra en el Top 10 de los monumentos más visitados de España pese a ser un Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO), entre otros secretos que alberga está el que fuera sede del que podríamos decir, CNI de Felipe II. O lo que es lo mismo, la sede de los servicios de información del monarca más poderoso de su época, primero que reinara en todo el orbe ya conocido.

Monasterio de San Lorenzo de El Escorial, foto de Paco Pimentel

En esas dependencias se encontraba, pues, el que sería llamado Espía Mayor. Una figura digna de crear un género literario en sí mismo, como en otros lares hicieron, desde Balzac a Le Carré, pasando por Dumas o Conan Doyle. O por el inefable Fleming, que hizo de la inteligencia y del espionaje, un género imaginado ya en tópico. Claro que, ¡cómo competir con un tuxedo blanco impoluto o con un Dry Martini, mezclado, no agitado! Los gregüescos y una jarra del mejor vino de San Martín de Valdeiglesias, como que no tienen el mismo glamour.

El caso es que el Real Sitio es lugar de inspiración inigualable y atalaya privilegiada para ver, cuán grande se puede llegar a ser, y qué destino sin embargo nos espera en esa zona prohibida a los curiosos que se llama, el pudridero. Cómo el arte y la practicidad pueden ir de la mano en una simetría perfecta, euclidiana, diseñada para escuchar a Cabezón o a Bach de manera perfecta. Cómo la Historia puede vivirse, bien en la asombrosa Sala de Batallas, bien en las angostas dependencias desde donde se dirigían los destinos del mundo. Cómo la inabarcable Lonja que le da paso puede representar el camino  al conocimiento, o al descalabro político tras un bodorrio.

Qué mejor lugar para tomar notas de la actualidad, que es eterna si es Historia; de la Cultura, que debería ser siempre actualidad; o de la política, que acabará inevitablemente convirtiéndose en Historia. Si como tragedia o como farsa, como dijera un tal Marx, el tiempo lo dirá. Pero estas piedras centenarias te permiten tomarte las cosas y ver los hechos con la relatividad de quien ha sido mudo testigo de tanto, recordándote que todo es transitorio. Todo.

Decía Horacio en sus Sátiras que ¿quién nos impide decir la verdad riendo? No se tomen muy en serio estas notas. Nada lo es. Pero permítanme compartirlas con ustedes, espero que amables y benévolos lectores, esperando también que el Espía Mayor les haga sacar una reflexión o una sonrisa sobre lo que en cada entrega trate. Como se podía leer en El espía que surgió del frío, «el espionaje no es una partida de cricket». ¡Nada me gustaría menos que estas notas fueran algo tan coñazo como ese soporífero deporte! Me destoco. Afilo pluma. Abro el tintero. ¡Empecemos!

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