En marzo de 2018, apareció en Nature un polémico estudio llevado a cabo por Pieter van Dokhum, astrofísico de la Universidad de Yale, en el que afirmaba haber encontrado, por primera vez, una galaxia sin materia oscura, algo que hoy por hoy se considera imposible.
Las críticas no se hicieron esperar. De hecho, los movimientos de las galaxias (y de sus estrellas) no pueden explicarse solo con la fuerza gravitatoria de la materia que vemos. Se necesita mucha más gravedad para justificar esos movimientos.
Fue así como surgió la idea de «otro tipo» de materia, uno que nos resulta invisible pero que ejerce su fuerza gravitatoria sobre la materia «ordinaria», la que sí podemos ver, y explica sus movimientos. Los cálculos, además, mostraron que esa misteriosa sustancia (que no emite radiación alguna y que por lo tanto resulta invisible para nuestros instrumentos) es cinco veces más abundante que la materia ordinaria. Sin la materia oscura, opinan muchos, las galaxias ni siquiera habrían llegado a formarse.
En su artículo de hace un año en Nature, van Dokhum hablaba de una lejana galaxia, NGC 1052-DF2, que llamó poderosamente su atención al observar la forma en que se movían algunos de sus cúmulos globulares. Y es que la velocidad de esos cúmulos podía explicarse perfectamente solo con la materia visible de la galaxia. Es decir, no hacía falta materia oscura para explicar sus movimientos. Su estudio fue recibido con escepticismo, sorpresa e incluso enfado por parte de algunos investigadores.
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