Fue poco después del famoso apagón eléctrico de la ciudad de Nueva York de 1965 que recorrió el East River hacia Queens, y que a pasos agigantados fue dejando en la oscuridad Yorkville, Murray Hill y el Lower East Side, hasta Brooklyn, convirtiendo en saqueadores improvisados a los transeúntes de la ciudad.
Lo que Steve Winwood llegó a ser no hubiera tenido lugar si no fuera por el olfato de Chris Blackwell, quien arriesgó al contratar a Spencer Davis Group para un sello como el suyo especializado en música jamaicana. Pero fue un cazatalentos (recién llegado a Londres desde aquella Nueva York saqueada por el apagón con la firme idea de encontrar una banda de blues entre la maraña de jóvenes grupos locales) quien otorgaría no la fama, que ya la tenía, sino algo más valioso como es el prestigio a un humilde cantante de Birmingham.
Joe Boyd cuenta en White Bicycles algo sobre Steve Winwood verdaderamente esclarecedor. Pero hay que remontarse unos meses atrás. El tiempo en 1964 parecía haberse vuelto loco y las agujas del reloj giraban a ritmo fulgurante. Joe Boyd obtuvo suculento contrato como cazatalentos gracias a aquella idea brillante que le llevó a a convencer a Paul Rothchild, capo de Elektra y al armonicista Paul Butterfield para ir hasta un club de mala muerte donde tocaba esa noche Mike Bloomfield. A Butterfield lo había conocido Joe Boyd gracias a Sam Charters, autor del libro The Country Blues, quien le había instado en una visita anterior a Chicago a que fuera a ver a aquellos chicos de ojos claros que hacían blues. Boyd se dio cuenta de que algo fallaba. Elvin Bishop era un buen guitarrista, pero no conseguía que el resultado fuera “heroico”. Así fue cómo le surgió la idea de incorporar un auténtico guitar hero, un tipo que se las podía ver con Muddy Waters. En un coche alquilado, llegaron hasta Evanston. En el bullicioso club, ya empezado el pase, estaba Mike Bloomfield sobre el escenario. En un momento dado Paul Butterfield hizo sonar su armónica, Bloomfield lo invitó a subir, y ambos empezaron a improvisar sobre un instrumental de Freddie King. “Paul y yo no dejábamos de intercambiar miradas. Esta era la dialéctica mágica: Butterfield y Bloomfield. Sonaba a empresa de contabilidad, pero estábamos convencidos que era la llave que nos abriría las puertas de la fama y de la fortuna”. Terminó el pase y Rothchild no tardó más que diez segundos en convencer a Bloomfied: “Únete a la Butterfield Band, firma contrato con Elektra, vente a Nueva York, graba un disco y conviértete en una estrella”.
Como regalo Rothchild le ofreció a Joe Boyd dirigir la oficina que pensaba abrir Elektra en Londres. Boyd comenzó a rastrear por las páginas del Melody Maker y en los clubes del West End en busca de su banda de blues. Pero desde que Dick Rowe había rechazado a los Beatles! para la Decca, todo aquel chico menor de veinte años que tuviera un grupo en cualquier barriada de la ciudad era susceptible de hacerse millonario en escasos meses, así que estaban todos ya contratados. A Boyd se le ocurrió la idea de montar un supergrupo: Eric Clapton sería el guitarrista, Steve Winwood el vocalista, Jones tocaría la armónica y la sección rítmica la compondrían Jack Bruce y Pete York, del Spencer Davis Group. En los Olympic Studios de George Street ensayaron bajo el nombre de Eric Clapton & The Powerhouse. Aquel “Electric Blues Project” fue lanzado al mercado por Elektra con el título de What´s shakin´! Steve Winwood canta aquí maravillosamente su particular versión de “Crossroads” de Robert Johnson.
Steve Winwood ya había sido fichado meses antes, en 1964, por Chris Blackwell, propietario de Island Records. Winwood tenía dieciséis años y cantaba y tocaba el órgano (como una encarnación a la británica de Ray Charles) en el grupo de Spencer Davis, un joven también de Birmingham que tocaba la guitarra rítmica. Para el último éxito del grupo, “I´m a Man”, Blackwell trae de EEUU al productor Jimmy Miller, que se quedará en Londres para trabajar con los Rolling Stones y con el siguiente y definitivo gran grupo de Steve Winwood: Traffic.
Steve Winwood, ese chico de Birmingham huesudo y flaco, desgarbado, de sonrisa tímida, con ojos de gato y palidez aristocrática, que a los nueve ya tocaba la guitarra, sigue en activo dando conciertos. De gira por EEUU en el verano de 2014. En una entrevista reciente seleccionó cuatro canciones importantes en su vida. Cuenta Steve cómo comenzó en esto de la música impactado por una canción de Buddy Holly llamada “Well All Right”. En segundo lugar eligió “What´d I Say” de Ray Charles, según sus palabras “el lugar donde el jazz, el be bop y el r &b se convirtieron en rock & roll”. La tercera canción que escoge Winwood es “The Sermon” (1964), la pieza jazzy de Jimmy Smith que marcará el camino a todos los jóvenes músicos británicos que se atrevieron a vérselas con el Hammond. Y la cuarta, “In a Silent Way” (1969) de Miles Davis, todo un acontecimiento, dice Steve, no solo para él, sino para todo el mundo de la música en general. Se ve que Winwood está pensando al citar las tres primeras en sus inicios sobre todo, cuando incendia el micrófono y electrifica el espacio con su Hammond en “Gimmie Some Lovin´”. Luego habrá más guiños a añadir al que le hace a Miles Davis, así es evidente el influjo de John Coltrane en una de sus más poderosas composiciones, ese puzle colosal llamado “The Low Spark of High Heeled Boys” de su elepé de 1972 grabado en los estudios de Island junto a Jim Capaldi y Chris Wood. La historia de Dave Mason merece capítulo aparte. Y solo otro más, la encarnación del Marvin Gaye de “Sexual Healing” en “Higher Love” (1986), una de las mejores canciones soul “blanco” que pueda uno recordar y que volvió a llevar a Winwood a ese nivel superior al que siempre nos tuvo acostumbrados.
Por encima de sus muchas virtudes a la guitarra eléctrica, al órgano, al piano, al bajo también en sus dos primeros discos sobre todo, Mr. Fantasy y Traffic, yo me quedo con el timbre de voz de Steve Winwood. Y con la serenidad de sus composiciones, frescas después de infinidad de escuchas. Inasibles en muchos casos, con líneas de fuga. Atrapando notas y acordes al silencio, engulléndolas en el instrumento desde la atmósfera y no al revés. Como las canciones que Miles Davis nos enseñó.
Sheila Ravenscroft, la mujer de John Peel, cuenta en la parte final de Margrave of the Marshes cómo encontró un autógrafo de Steve Winwood celosamente guardado dentro del diario que un joven John Peel había comenzado a escribir en sus tiempos en que andaba de ayudante de logística de los Beatles. Steve se lo firmó tras uno de los primeros conciertos del Spencer Davis Group en The Cavern. Hoy Steve Winwood ya no firma autógrafos. Lo avisa en su página oficial. Está aburrido de ver cómo son luego subastados en ebay. Y es que parece que ya no hay fans auténticos comprometidos con lo que consideran bueno como John Peel. Solo reventas, saqueadores improvisados a la espera de que se produzca un nuevo apagón.
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