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Blogs Música para la NASA. por Álvaro Alonso

David Bowie, el gran burlador de Brixton

David Bowie, el gran burlador de Brixton
Álvaro Alonso el

Bowie murió el domingo, 10 de Enero de 2016.  Desde su viaje a la región polar austral del planeta Marte, sigue siendo un misterio. Huidizo, complejo, discreto. David Bowie destaca por encima del resto, no solo por su trayectoria y sus canciones, sino por su astucia para poder adaptarse al cambio siempre unos pasos por delante de su tiempo. Puede decirse de Bowie lo que Husserl decía de Edith Stein, la patrona de Europa: “Todo en ella es verdadero”. Porque nada más verdadero que lo que está a punto de descubrirse pero no se puede llegar a conocer del todo. Lo que aún está cubierto por un velo. Su influencia llega a lugares tan excéntricos del planeta original como Gang of Four, X-Ray Spex o Elvis Costello.

En Bowie todo parece ser mera apariencia de ser, siendo como es un artista camaleónico y con gusto por el disfraz. Pero por encima de la superficie siempre aparece su figura apabullante, su voz inconfundible y su perfil augústico, ya sea en su vena más folk disfrazado de Alicia en el país de las maravillas, inventando el glam rock en el papel de Peter Pan, robotizándose en su etapa junto a Brian Eno como un Flash Gordon castigado al destierro,  ya sea vestido de crooner tan intimista como Sinatra, ya entrando en la boca de Van Morrison con los Them para rugir “Gloria”, cimentando el rock & roll más salvaje y electrificado en “Sweet Head” o, en fin, inventando el “amor moderno” en la era disco para dejarse llevar por el goce hedonista.

Bowie ha manejado los tiempos con inteligencia, siendo de una creatividad continua con picos de intensidad que podrían ser estudiados en una gráfica tan coherente como que no se ha molestado en publicar si no tenía algo interesante que sacar al mercado. Con él hemos recorrido las últimas cinco décadas. Es tan afín a nuestra civilización o lo que queda de ella que no son comprensibles los caminos del arte sin tenerlo en cuenta. No hay más que preguntar qué hacía David Bowie en tal año y como si de un sismógrafo se tratara ahí encontraremos el zeitgeist. Hasta el punto que se podría escribir una historia del pop que surgiera como extensión natural de una biografía de Bowie.

En 1972 Bowie crea un personaje de ficción llamado Ziggy Stardust, una suerte de sidereus nuncius encargado de traer a la tierra el mensaje que viene de las estrellas. El disco The Rise and Fall of Ziggy Stardust and the Spiders from Mars, un auténtico viaje de principio a fin a través de un universo propio, encumbra a Bowie de manera lenta pero sin pausa hasta lo más alto. Y se convierte en leyenda viva del rock.

Y es curioso que así haya sido, puesto que si uno busca entre los libros que tratan del rock de la época tanto a Marc Bolan como a Bowie no los tomaron muy en serio, como un divertimento sin más, ciegos a la influencia gigantesca que iban a tener en los años posteriores. Estupefacto queda uno después de ver cómo se lo ventila Gillett en un breve párrafo, cómo Marcus apenas si lo menciona. En Margrave of the Marshes, de John Peel y Sheila Ravenscroft, un voluminoso tratado del underground británico contado de primera mano, la sorpresa se convirtió en misterio. Peel, presente en las grabaciones de T Rex, incluso del “Space Oddity” de Bowie en 1969, reconoce no haber podido entablar una sola conversación con él. Para Peel, David Bowie se le aparecía como un mimo, un discípulo de Lindsay Kemp, alguien con quien la comunicación directa no era posible. Recuerda John Peel cómo Bowie le envió una carta pidiéndole que le ayudara para obtener fondos destinados a un laboratorio de artes que quería montar. Y cómo en la gira conjunta con T Rex, le tuvo que indicar a Bowie en un concierto que ya le tocaba salir a escena. Eso es todo. Ni rastro de quién es Bowie. En 2011 salieron dos biografías sobre Bowie que aportaban alguna luz en el misterio de manera indirecta. La de Paul Trynka, Starman: David Bowie (traducida por Alba Editorial) es un esfuerzo meritorio de intentar comprender a David pero sin contacto directo con el personaje, solo a través de 200 entrevistas con amigos y gente con la que trabajó en “los años dorados” de los setenta principalmente.

Tal vez no haya que intentar llegar tan al fondo. Bowie no se ha querido mostrar. O tal vez lo que ha querido es no ser uno sino múltiple, reinventándose a sí mismo. El misterio  de Bowie tal vez quede resuelto en que pudiera ser todo eso que dicen de él más lo que nadie sabe. Porque él no lo ha querido contar. Un gentleman discreto, en el fondo. Descanse en paz.

 

 

 

 

 

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