Richie Furay a los 71

Es sorprendente que nadie se haya hecho eco en nuestro país de «Hand in Hand», el nuevo disco de Richie Furay, fundador en 1967 de Buffalo Springfield con Stephen Stills y Neil Young, del estupendo grupo de country rock Poco y miembro de la Souther Hillman Furay Band. No me gustaría pensar que somos así de sectarios, o de provincianos, o ambas cosas.

La historia de Richie Furay recuerda, salvando las distancias, a la conversión del de Hipona: como ocurriera con la leyenda del soul, Al Green, o más cerca nuestro con el siempre recordado Peret, Furay cambió en un momento dado de su vida el ansia de estrellato por el púlpito. Fueron unas conversaciones con el genial guitarrista Al Perkins sobre el cristianismo el detonante de una transformación progresiva en la forma de ver la vida y la realidad que le llevó, unos pocos años más tarde, y tras dedicarse a dar pequeños conciertos junto a miembros de su familia en ceremonias dedicadas al amor, a tomar el ministerio como pastor cristiano en Calvary Chapel, Broomfield, Colorado.

Fue en 1984 y aunque siguió editando discos en solitario, no había vuelto a recuperar el tono de las primeras grabaciones que lo encumbraron como un excelente cantante y compositor.

La grata sorpresa es que Richie Furay parece haber hecho un pacto con el diablo (permítanme la broma) a los 71 años, y ha realizado un disco que, según sus propias palabras, “contiene un material que podría haber estado en cualquier disco de Buffalo Springfield”. A semejante rejuvenecimiento repentino hay que encontrarle una explicación, y es que las canciones (fantásticas, brillantes en ejecución, conmovedoras a veces) de «Hand in Hand» (eOne, 2015) nacen de una reunión en 2011 con Neil Young y Stephen Stills, a cuyos ensayos llegaba Furay con nuevas canciones. Aquello duró poco, y cada uno volvió a sus cosas.

Pero estas canciones le quemaban a Furay por dentro, y finalmente se decidió a ir a Nashville para grabarlas. Los músicos, aparte de la colaboración en las voces de Neil Young en la versión de “Kind Woman” y del viejo amigo Kenny Loggins, fueron los guitarras Dan Dugmore y Chris Leuzinger, el batería Dennis Holt, el bajista Michael Rhodes y Pete Wasner a los teclados. A ellos se une Jessie Furay Lynch, uno de sus cuatro hijos, que también compone el último corte del álbum. Graba Furay muy rápido, en unos pocos días, pero las voces las trabaja a fuego lento Furay durante meses, algo que se nota por lo prístino y atinado con que puede disfrutarse su voz de tenor.

Es este un disco de rock & roll, que aprieta el acelerador en “Someday”, “Still Fine” y “Good Feeling To Know”, pero que sobre todo sorprende en los medios tiempos, con canciones brillantes, como “Wind of Change”, “Don´t Lose Heart” o la que abre el disco, “We Were The Dreamers”, dedicada a sus años junto al resto de miembros de Poco, cuando eran únicos y estaban creando (prácticamente de la nada) el sonido del country rock desde Laurel Canyon.

El ahora pastor cristiano Richie Furay se ha marcado un disco que parece salir de una de esas cápsulas del tiempo. A veces parece un conjuro oír esa voz, como una brisa fresca, escupir las estrofas de “Love at First Sight”, como si nos transportáramos al escenario del Trobadour de Los Ángeles, en compañía de los Eagles, Jackson Browne y James Taylor. Así también en la versión de un tema poco conocido de los Cate Brothers, “Let it Slide”, un sostenido lleno de sentimiento.

Las doce canciones de «Hand in Hand» mantienen el tipo, incluso la versión del “Don´t Lose Heart” de  Dan Fogelberg, y suenan convincentes incluso las proclamas políticas a favor de EEUU, en canciones como “Don´t Tread on Me”, compuesta tras el 11-s y que pone empeño sincero en defender a su país frente a quienes solamente ponen encima de la mesa siempre los defectos.

«Hand in Hand» de Richie Furay es un disco para soñadores, que crece con las escuchas, como los buenos discos del antaño.