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Blogs Música para la NASA. por Álvaro Alonso

La tradición según France Gall

La tradición según France Gall
Álvaro Alonso el

Hay gentes que quieren estar al día desesperadamente. Son aquellas que reniegan de todo lo que sea blanco y negro, llámese retro o vintage, con el argumento de que eso está muy “pasado”. En el pop sucede que la dinámica del cambio siempre ha sido eminentemente endógena, de manera que los movimientos “hacia delante” siempre fueron incorporando lo que vino detrás. Algo así como los famosos versos de Breton.

Del mismo modo que no hay Beatles sin Chuck Berry, ni Ramones sin France Gall, ni Pearl Jam sin Ramones, ni Arcade Fire sin Ramones y Pearl Jam. Y sin France Gall, hay que añadir. La música “pasada” no existe, al menos a partir de los postes fronterizos de la II Guerra Mundial. Es una bolsa común, un fondo monetario internacional donde todo sirve y es recuperable, y donde se confunde el antes y el después, por más que el reloj siga marcando las horas. Una serie de televisión cierra temporada con una canción de Badfinger y se disparan las ventas de “Baby Blue” (1972, Apple). Radiohead son elevados a la categoría de icono de la modernidad plagiando en su single de debut “Creep” (1992) una de los Hollies, “The Air That I Breath” (1974), hasta el punto de verse obligados a introducir en los créditos del elepé de dónde habían sacado semejante idea.

Arcade Fire hacen algo distinto. Se apropian de France Gall en París cantando aquella de Eurovisión, “Poupée de Cire, Poupée de Son” porque forma parte de su tradición, una palabra que casa mal con cierta concepción a mi juicio malentendida del pop. En el pop no tiene desde hace mucho tiempo por qué haber progreso. Hay un árbol tan amplio y una tecnología tan potente que ya nadie pretende sorprender con algo nuevo. El valor utópico de lo nuevo ha dejado de tener sentido. Lo que se vende como vanguardia suele ser una patraña que a pocos puede estafar. No hay flecha sino juego dialéctico de espirales.

He estado recopilando algunos grupos que los consumidores (“mucho tiempo libre y poco dinero para gastar”, Coque Malla dixit) de menos de veinte años, los denominados jóvenes, lucen soberbios en 2014. Sus camisetas son de Iron Maiden, de Misfits, de Rollings Stones, de Guns & Roses, de Velvet Underground & Nico, de Ramones, de Kiss, de Dead Kennedys, de Who… No me parece extraño que así sea. Ni se me ocurre decirle a un chaval que esa música (medio siglo después!) está “pasada”. Porque cuando un servidor tenía esa edad escuchaba música también de las décadas anteriores. Se le llamaba revival. Ahora ya es sencillamente música pop, da igual si es Nick Drake o Amaral, Canned Heat o Fito y los Fitipaldis.

A Isabelle France Gall, nacida un 9 de octubre de 1947 en París, se la jugó buena Serge Gainsbourg. La jovencísima France Gall acababa de ganar el primer premio en Eurovisión 1965 con aquella canción al galope de Gainsbourg. Recogieron juntos el trofeo. Decenas de fotógrafos acreditados. Toda Europa pegada al televisor. No podía sospechar France Gall que un año después dejaría de trabajar con Gainsbourg e incluso dejaría de hablarle.

La jugada consistió en componer para ella una nueva canción que casara bien con su voz de arroyuelo y su corta melena de chica de colegio. La canción titulada “Les Sucettes” salió como single en 1966. France Gall marchó al poco para Japón cuando hasta allí le llegó el eco del escándalo. La inocente letra que ella había grabado y que se había expuesto a cantar en la televisión no trataba en realidad de un inocente caramelo que llevarse a la boca, sino que contenía una alusión más que implícita a otro tipo de degustaciones.

France Gall se sintió engañada por ese monstruo pervertido llamado Gainsbourg, quien no comprendió nunca tanto escándalo por algo tan nimio, más si cabe cuando en “Baby Pop” ya había comenzado a mandar el aviso de sus sadianas intenciones. Y en la otra, “Laisse Tomber les Filles”. Todas ellas editadas por Bagatelle. Cuando poco después Jane Birkin se prestó a grabar también “Les Sucettes” y “Je t´aime, moi non plus”, el público andaba ya esperando algo así de Gainsbourg. Y no defraudó. BB puso reparos. La Birkin no tuvo tantos problemas.

Hay quien prefiere a France Gall de entre las chicas de la canción francesa, su dulzura y su ingenuidad, por encima de Silvie Vartan, Brigitte Bardot, Sheila o Françoise Hardy. Va por gustos. Al tiempo aquí surgieron nuestras chicas ye yés (Karina, Rocío Durcal, Conchita Velasco o Marisol). Nos falta Arcade Fire, pero claro, los franceses juegan con ventaja. En Canadá también se habla francés.

 

 

 

 

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