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Errejón, el convidado de piedra

Errejón, el convidado de piedra
Marisa Gallero el

 

Nikolái Bujarin, apodado «el niño mimado del Partido» por Lenin -cuenta Aleksandar Hemon en «La cuestión de Bruno»-, era miembro del Politburó y probablemente el principal ideólogo soviético, por lo que fue recompensado con una acusación de espionaje. Cuando le sentenciaron a muerte fue el comienzo de una de las mayores purgas de Stalin. Desde su celda de muerte le envió una carta, que empezaba con las palabras: «Koba, ¿qué falta te hacía mi muerte?». Salvando las distancias, Pablo Iglesias ha condenado aún más al ostracismo a quién fue su mano derecha. «Fue super sencillo decirlo -le explica a Jordi Évole cómo le comunicó que dejaba de ser portavoz-. Cuando está claro, es secundario. ¿Vamos a convertir en un drama donde te sientas?».

Más que en drama, en un culebrón, o como bien ha definido uno de los militantes de Podemos más afín al secretario general, en un «Sálvame Político», sentando a Iñigo Errejón entre Mayoral y Garzón, enviando al gallinero a Tania Sánchez y con Carolina Bescansa desaparecida. Iglesias ni se ha inmutó, como si todavía estuviera delante de la chimenea acariciando el tronco de un árbol. «Estamos mejor. Estoy orgulloso de debatir. Habrá problemas, pero los fundamentales se han solucionado».

Errejón ha sido el convidado de piedra del «Salvados» dedicado a Podemos, tres años después de su irrupción. Más presente que si hubiera sido él quién se enfrentará a las críticas de los votantes elegidos por el programa. Lúcidos y sin pelos en la lengua, aunque muchos los tildarán de errejonistas por cómo le han calificado: «Brillante». «Un gran activo de Podemos». «Ha sabido entender lo que este país quería». «Un extremista centrado». Incluso uno ha diseñado a su Frankestein podemita ideal: con el corazón de Iglesias y la cabeza de Errejón.

Podemos se ha convertido en otro híbrido tras Vistalegre II. Por mucho que hayan coreado «unidad», la purga de Iglesias ya es efectiva, al enviar a Errejón a la Comunidad de Madrid como si fuera el destierro. «Nadie debe ser imprescindible empezando por mí. Nadie debe de estar atado. Teníamos una debilidad: no podíamos ser un grupo de colegas de la Universidad Complutense». Más bien, Errejón era su debilidad. O como le ha dicho Noelia Moreno, dependienta, que le ha recomendado bajar un punto el ego: «Me sentí amenazada cuando dijiste: “O todos conmigo o sin mí”».

 

 

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