En su afán de hacerse dueño del relato, Pablo Iglesias retuerce la historia para justificar una ambigüedad deliberada. Él mismo reconoce en su libro «Una nueva Transición»: «No quiere decir que no tengamos una posición al respecto o que la hayamos moderado, sino que asumimos que, sin dispositivos de poder institucional, no tiene sentido buscar en estos momentos terrenos de enfrentamiento que nos alejan de la mayoría, que no es “de izquierdas”». El último ejemplo ha sido utilizar a Andalucía para vender un referéndum pactado en Cataluña, comparando el espíritu del 4 de diciembre de 1977 con el desafío independentista.
Andalucía consiguió votar el 28 de febrero de 1980 para conseguir los mismos derechos que las comunidades históricas. Fue la reivindicación de una identidad, nunca una petición de autodeterminación. Descontextualizar que sólo en Almería no se superó el requisito legal impuesto por el Estado para reivindicar un cambio de leyes no parece el mejor paralelismo para un doctor en Ciencias Políticas. «Si la ley no sirve, hay que adaptar la ley a la democracia. Es lo que deberíamos hacer hoy en Catalunya», aseguró. Cuando el Parlament catalán aprobó saltándose su propio reglamento unas leyes que se pueden calificar de todo, menos de democráticas.
No es la primera vez que Iglesias mira hacía Andalucía. En el debate a cuatro antes de las elecciones de diciembre de 2005 también patinó vendiendo el derecho a decidir. «Seguramente Cataluña necesita una articulación constitucional diferente dentro de España… En el año 1977, Andalucía decidió, que como Andalucía, quería estar en España. eso es un ejemplo para nosotros frente al inmovilismo».
Recuperemos la memoria. Fue el ministro para las Regiones de Adolfo Suárez, el catedrático andaluz Manuel Clavero, quién propuso lo que se llamó «café para todos», como fórmula infalible para controlar las pretensiones nacionalistas de vascos y catalanes garantizando a todas las regiones los mismos derechos de autonomía. Esto no estaba reñido con las propuestas de los partidos de izquierda de la época. Como recuerda Santos Juliá en «Transición», los comunistas apostaban porque «los demás pueblos de España consigan condiciones análogas en el cuadro de un sistema federal» y los socialistas pedían «pie de igualdad. En ambos casos un principio de igualación de autonomías como horizonte final».
En una entrevista para ABC, Clavero recordaba cómo diseño el mapa de las autonomías y la redacción del artículo 151 del texto constitucional, en su casa junto Miguel Herrero de Miñón, sin el cuál no hubiera sido posible el referéndum del 28-F. «¿Querían acaso que dijera que sólo hubiera autonomías en Cataluña, Galicia y el País Vasco y ninguna más? Eso no lo dijo ni la Constitución del 31, ni la Federal. Hay que recordar que las autonomías no es algo solo de esta Constitución, en la República estaba previsto que estuvieran las demás regiones autónomas, pero no dio tiempo por el golpe militar del 36», explicaba. «¡¡¡En Cataluña tendría que salir en todas las provincias como en Andalucía!!! –exclamaba mientras sonreía antes de cumplir noventa años–. Y con el 50% del censo electoral favorable en cada una de ellas». ¡Nada que ver con el 1-O!
Es lo que ahora tergiversa Iglesias para llevárselo a su terreno, insistiendo que«el pueblo andaluz ejerció su derecho a decidir». Quizá sea parte del pacto fraguado con Oriol Junqueras del que desconocemos todas las letras. Su objetivo es «alterar el tablero político» y le da igual los costes. ¿O ha denunciado con el mismo ahínco la fuga de empresas?
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