EscribÃa Elias Canetti en su estudio, «Masa y poder», que «la masa ya no se conforma con condiciones y promesas piadosas, quiere experimentar ella misma el supremo sentimiento de su potencia, y con este fin utiliza una y otra vez cuanto le brindan los actos y exigencias sociales. Es importante dejar claro ante todo que la masa jamás se siente satisfecha. Mientras le quede alguien por engullir, mostrará su apetito».
Es lo que sucede en esta crisis que nos está desgarrando a todos. Los partidos que apoyan la independencia no se sentirán satisfechos con unas migajas, quieren engullir el pastel completo, aunque miren con angustia la fuga de empresas, su objetivo es la desconexión de España. Las llamadas a una mediación internacional ni la contempla la Comisión Europea, que se pronunció sobre el desafÃo independentista calificándolo de «asunto interno». No sólo será una decisión polÃtica del Parlament de Catalunya, inasequibles al razonamiento, en su huida hacÃa adelante se apoyarán en la fuerza de su gente, que no son la mayorÃa de los catalanes.
Estamos avisados tanto por la hoja de ruta del Govern, donde una de las claves es «generar un conflicto que bien gestionado puede llevar a un Estado propio», como por la marcha convocada por la Asamblea Nacional Catalana para presionar a Carles Puigdemont y sus socios de ERC. No vayan a desobedecer el mandato de la CUP y se pongan «como una moto», según susurraba Oriol Junqueras. Independencia, sà o sÃ. Sin medida. Congregando a los ciudadanos, a ver de quién es la calle.
«Ninguna multitud, por mucho que grite, está por encima de la ley», decÃa Borrell al finalizar la manifestación del domingo en Barcelona. Esa que menosprecia Podemos al asegurar que «estaba liderada por la extrema derecha», porque no era Pablo Iglesias quién arengaba a la masa. A él le abuchearon los que llegaban a la estación de Sants, de forma espontánea como se aprecia en una de las secuencias grabadas.
En esta anatomÃa de un instante, donde la furgoneta ha llegado a la cima y sólo falta el último empujón para caer al abismo, «el mambo» puede ser de órdago. En el final del trayecto buscan la reacción del Estado, que no se puede permitir otro mal paso. La represión darÃa alas y provocarÃa un cisma. «A la masa desnuda todo le parece una Bastilla», reflexionaba Canetti. IncendiarÃa una tierra que está impregnada de gasolina. «Podrá ser dispersada con violencia por la policÃa, pero eso tendrá un efecto meramente temporal, como una mano que pasa por entre una nube de mosquitos… El ataque desde fuera solo puede fortalecer a la masa. FÃsicamente separados, sus miembros tienden a reunirse con más fuerza». Un gran peligro latente.
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