La gastronomía privada es tendencia en el mundo. Empezó de manera casual, como pequeños laboratorios gastronómicos caseros, para convertirse en un buen negocio en los cinco continentes. Bien pensado, no es ninguna novedad invitar a gente a nuestra propia casa, pero sí lo es hacer de ello una profesión.
El restaurante más icónico de 1 mesa del mundo es Mibu en Tokio, del matrimonio de Hiroyoshi y Tomiko Ishida, con una gastronomía con rituales sagrados llamada Kaiseki en la que cada plato tiene que aportar una presentación, ingredientes y sabores completamente distintos del siguiente, utilizándose únicamente productos de temporada. Mibu tiene un club de unos 300 comensales, que son los únicos que pueden reservar para una cena en una única mesa, con un máximo de 8 comensales. Es toda una experiencia de sabores y rituales que ha hechizado a los grandes chefs del mundo como Adriá, Arzak, Grant Achatz o Heston Blumenthal. Se encuentra en la segunda planta interior de un edificio de apartamentos en un callejón de Ginza, prácticamente sin visibilidad y con un espacio de comedor de menos de 20 metros. De sus fuentes, beben los mejores gastrónomos.
En París, encontramos la versión mediterránea en “La Tête dans les Olives”, una especie de colmado gourmet de aceite, aceitunas, alcaparras y otras delicias que dirige Cédric Casanova, un francés de origen siciliano que sirve cada día la cena en una rústica mesa a 6 comensales. En Pennsylvania, “Talula’s Table” propone un menu fijo servido en la mesa de una granja por un matrimonio. Los platos cambian a menudo y la lista de espera es de casi un año.
Barack Obama invitó a cenar a Michelle el día de San Valentín a “Minibar” de José Andrés en Washington D.C., un espacio para doce comensales con 20 platos de degustación que se elaboran delante de ellos. Buckingham’s en Chesterfield, en el Reino Unido, responde al mismo concepto con una mesa para comensales con una exquisita selección de platos a base de producto de temporada. En España, la mesa de la cocina de Astrid & Gastón en Madrid y la barra privada de Abastos 2.0 en Santiago de Compostela son dos ejemplos.
