Cuando Frank Horvat nació en Opatija, actualmente parte de Croacia, la ciudad – un bellísimo enclave en el Adriático no muy lejos de Trieste- había pasado de ser la Riviera Austríaca a convertirse en parte de Italia tras la Primera Guerra Mundial. Horvat, el primer gran fotógrafo de la era digital y un especialista en el mundo de la moda y el costumbrismo, había llegado al mundo un 28 de abril de 1928 en el seno de una familia judía de origen centroeuropeo que se había instalado en lo que en la ciudad que en la época italiana se llamaba Abbazia, tomando el nombre de una abadía benedictina del siglo XIV.
El padre de Frank, Karl Horvat, era médico de familia y había nacido en Hungría, mientras que su madre, Adele, era una psiquiatra vienesa. La localidad de Abbazia (ahora Opatija) había sido elegida por el emperador austríaco Francisco José y su esposa, Sissi, como lugar de descanso durante el invierno por sus suaves temperaturas y su privilegiada situación al interior de una bahía rodeada de islas. Allí, Francisco José se encontraba con el emperador alemán, Guillermo II, y con otras familias reales europeas, que también elegían la localidad como lugar de residencia varios meses al año: los reyes rumanos y griegos, así como los Grandes Duques de Luxemburgo.
Tras 1920, al convertirse en area perteneciente a Italia, la familia Saboya comenzó a construirse allí una residencia de verano, a donde acudieron hasta que en 1947 Opatija se cedió a Yugoslavia como parte del tratado de paz, si bien al desmembrarse el país, la ciudad acabó convirtiéndose en parte de Croacia.
Frank Horvat vivió allí hasta su mayoría de edad, cuando decidió explorar el mundo, pasando varios años entre Italia, Suiza, Pakistán, India, América y Reino Unido, para acabar instalándose en 1955 en París.
Horvat, que ha muerto el 21 de octubre pasado, se dedicó a publicar fotografía de moda, de arte y retratos, a menudo combinando un estilo de fotoperiodismo con un toque de sofisticación artística, inspirado por uno de sus ídolos, Henri Cartier-Bresson.
Cuando conoció a Cartier-Bresson se decidió por iniciar un viaje a Asia de dos años, que le llevó a trabajar como fotógrafo freelance.
Su trabajo se publicaba en las mejores revistas del mundo: Life, Revue o Die Woche, ya que adquirió fama internacional, algo a lo que se sumó el hecho de hablar varios idiomas.
Más tarde se marchó a vivir a Londres, desde donde se trasladó a París en 1855, una ciudad que convirtió en su casa para siempre. No obstante, a principios de los 60 llevó a cabo un trabajo de foto periodismo para la revista alemana Revue que le llevó a deambular por el mundo durante más de un año, ocasión que tuvo para probar con técnicas de video también.
Trabajó para Elle Paris, Vogue Londres y Harper’s Bazaar en Nueva York.
A partir de 1980 se dedicó a realizar entrevistas a los mejores fotógrafos del mundo, entre los que estaban Robert Doisneau, Josef Koudelka, Helmut Newton, Marc Riboud o Sarah Moon, publicándolas en Francia. Pero fue en los 90 cuando comenzó a experimentar con Photoshop, una tecnología entonces pionera, y cambió sus habituales Leicas por cámaras compactas más sencillas para entrar de lleno en la fotografía digital.
Creo entonces Horvatland, una aplicación para el IPad, que luego fue superada por muchas innovaciones en el mercado.
La fotografía de Horvat, que inicialmente había replicado al “momentum” de Cartier-Bresson y de Doisneau, esa especie de foto que retrata el momento estelar, el gesto clave de la vida diaria, comenzó a jugar con las imágenes, creando collages que mezclaban elementos de fotografías distintas.
Sus últimos experimentos, ya en el siglo XXI, fueron fotografías con mini cámaras analógicas para aficionados o como primigenios modelos de cámaras digitales y cámaras digitales compactas. El mundo al revés, el gran fotógrafo hizo a veces su trabajo con las “peores” cámaras como quien dice. Chapeau por un maestro que nos ha dejado esta pasada semana a los 92 años.
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