De acuerdo con un estudio realizado por el comité de la industria británica del lujo, Walpole, el mercado del sector en el Reino Unido se habrá casi duplicado al final de esta década. Estimado en 49.000 millones de dólares, podría verse aumentado hasta los 87.000 millones al final de 2019.
Las prestigiosas marcas británicas, son respetadas en el mundo y generan pingües ingresos. Rolls&Royce, Fortnum & Mason, Dunhill, Asprey, Church, Alexander McQueen, Jimmy Choo, Vacheron Constantin o Burberry, son marcas incontestables. Pero no son suficiente reclamo como para causar un enorme boom en los ingresos del sector de artículos de lujo.
Pero al poder de prescripción de las marcas británicas se une al hecho de que Londres ya se ha convertido -de facto- en la capital del mundo. La variedad de nacionalidades entre sus habitantes, supera a Nueva York. Y su cercanía a los países clave del viejo mundo la mantiene al día.
Las facilidades de pasaporte y movimientos de fondos que facilita Gran Bretaña, ha hecho que Londres sea lugar de residencia -al menos durante varios meses al año- de las grandes fortunas del mundo. Los más potentados ciudadanos de Hong-Kong, China, los Emiratos Árabes, Brasil o Estados Unidos, compran una residencia en la ciudad del Támesis. Y una vez allí, se convierten en los primeros clientes de las marcas inglesas y de todas las marcas mundiales, que inmediatamente abren tienda en una de las plazas clave del mundo.
Además, quitando París, Londres sigue siendo un enorme polo de turismo y viajes de negocios. Atrae a turistas durante todo el año, por uno u otro interés.
Toda esta explosión del sector se reflejará en un aumento del empleo del sector e influirá en hostelería y turismo. Sus aeropuertos, a plena capacidad, deberían incluso aumentar sus vuelos frecuentes a mercados de gran potencial. Lujo y turismo van de la mano para aportar los mejores clientes y mayores ingresos a aquellos países con la visión de impulsarlos.