El estilo de la reina Isabel II de Inglaterra podría está más bien tocado por una cierta ausencia del influjo de la moda. Y no nos parece incorrecto. Más bien todo lo contrario. Si la Monarquía pretende ser una institución intemporal, quizás es lo mejor que su imagen también lo sea, en la medida de lo posible.
Hoy cumple la reina Isabel 90 años y hay que decir que parece estar bastante en forma. Si tenemos en cuenta la excelente genética de su madre, que vivió hasta los 101 años, a base de Hendricks y de jornadas de relativo descanso, a Isabel II le pueden quedar aún varios lustros para disfrutar -o sufrir- a su familia.
Hay varios rasgos que han definido claramente sus atuendos durante estas décadas de reinado, entre los cuales están sus conjuntos monocolor en tonos que resaltan, una estrategia para hacerse visible en las multitudes. Los sombreros son otra de sus bazas, si bien el hecho de que sean del mismo color que el traje de chaqueta o vestido, no hace sino trasladarnos una imagen aún más antigua de la monarca.
Los guantes, no se los quita a menudo, ni siquiera para saludar. Son su tabla de salvación para evitar gérmenes y sudores ajenos. La falda, siempre bajo la rodilla, no admite modelos con vuelo para evitar desastres de los que le ocurren a Kate Middleton. En realidad, nunca se ve a la reina con pantalones, ni siquiera en el campo, por lo que deducimos que un par de vaqueros o unos chinos le deben quedar como a un cura dos pistolas.
Sus diademas son de quitar el hipo, sus bolsos con asa corta para llevar a mano o al codo, y sus tacones, siempre cómodos, con zapatos de salón sencillos o mocasines. Su generosa “poitrine” y su discreción han hecho que evite siempre los escotes.
Pero no nos engañemos, que esto no fue siempre así. Cuando era joven, a Isabel II le gustaba adoptar modas. Hizo suyo el estilo años 50 de faldas plisadas.
También adoptó las siluetas ceñidas y los tacones de carrete y el moderno modelo “virgule” de Roger Vivier, que llevó en su coronación.
Pero hay que decir que la edad, el cargo y los kilos, le pesan a ella como nos van pesando a casi todos.
Y al hecho de querer mantener la sobriedad como enseña personal e institucional, se le suma ese dudoso gusto algo cursi y destartalado de la mayor parte de las británicas. Con perdón. Happy Birthday, your Majesty.
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