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Blogs La capilla de San Álvaro por Luis Miranda

«Soledad en Jueves Santo», una prefiguración

Luis Miranda el

¿Quién quería salir con una marcha propia teniendo «Encarnación de la Calzada», «Hermanos costaleros», la adaptación de «La Saeta»? ¿Dónde iba uno con una marcha cordobesa que no se grababa en los discos ni pedían los costaleros? «Soledad en Jueves Santo» estuvo doblemente a la sombra, aunque a veces se tocara. No eran muchos años en aquellos años quienes se fijaban en las marchas de Córdoba, pero los pocos que lo hacían, al pensar en San Cayetano se acordaban de la marcha cenital que Enrique Báez le había escrito al Señor, con la inigualable saetilla y las trompetas cantando las casi lágrimas de Jesús Caído.

Francisco Conde Magán (Córdoba, 1925-2007) fue uno de aquellos músicos vocacionales que dio al arte de los sonidos muchas horas de su vida sin esperar a cambio más que la íntima satisfacción del trabajo bien hecho, la tranquilidad de cumplir con el deber. Trabajó en la banda del Cristo del Amor, en la época en que era la única formación de plantilla completa de la ciudad y le brindó cuatro marchas. Este año ha cumplido veinte «Soledad en Jueves Santo», quizá la más hermosa e inspirada de todas ellas. Se abre con poderosas llamadas de los metales y poco después cede la voz a las maderas, porque a una Virgen de palio negro hay que cantarle con suavidad, y la marcha lo hace con una melodía tan clásica como apropiada para una marcha que ni cae mal en un palio de barrio ni desentonaría un Viernes Santo, con un encantador aire decimonónico a lo Eduardo Lucena. El fuerte de bajos evoca un poco más a Cebrián, como la transición hacia el trío. Y la obra acaba con una melodía dulce y sentida, enriquecida luego con el contracanto de la flauta para terminar en un final triunfal.

Justo es decir que la banda del Cristo del Amor hizo lo posible para que sonara, y que la Esperanza, en cuanto comenzó a ir tras Nuestra Señora del Mayor Dolor en su Soledad, la sigue tocando cuando el Jueves Santo nace en la cuesta de San Cayetano. Cuando escribió Francisco Conde «Soledad en Jueves Santo», quizá ni la mitad de las cofradías tocaban sus marchas propias, «Saeta cordobesa» podría aparecer tres o cuatro veces y no sólo es que Abel Moreno sonara más que Enrique Báez, sino que tampoco había el menor interés por pensar en que las cofradías de Córdoba tuvieran un patrimonio musical de verdad y que hasta pudiesen lucirlo en los lugares más importantes del recorrido. Quién sabe si la Virgen de la Soledad inspiró al autor para pensar no en su época sino en el momento, veinte años después, en que todas las cofradías irían a la Catedral y casi todas se pedirían marchas propias en el Patio de los Naranjos.

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