Huyo de los anglicismos, pero de vez en cuando reconozco la capacidad de la lengua inglesa para ser concisa y decir con muy pocas letras lo que en español necesita la matización de una larga frase. Al pensar en el asunto de ese proyecto de Madrugada que quieren alumbrar algunas cofradías y la Agrupación me ha venido a la cabeza una de esas expresiones precisas y con el atractivo exótico de las letras picudas. La Madrugada de Córdoba que se sueña es un wishful thinking, que en español se puede traducir por pensamiento lleno de deseo o pensamiento desiderativo, pero que aún así necesita explicarse: sería como imaginar una cosa con las características no que tendrá o que podría tener, sino con las que se quiere que tenga. Aunque sean difíciles.
Cuando se lleva con cabeza, el wishful thinking es un horizonte que invita a mejorar y a trabajar duro para acercarse, y si uno se queda por el camino al menos se habrán aprendido cosas y se habrá curtido la piel. Otras veces, cuando el entendimiento es brumoso como lo que se ve entre el incienso, es más bien una película de fantasía engañosa que no lleva más que a estrellarse contra la pared rugosa de la realidad. En los dos casos se aprende, aunque no de quienes sólo han visto los obstáculos cuando todo ha pasado ni tampoco de los que comentan la jugada sin hacer nada por evitarlo.
La idea de la Madrugada no tiene sólo deseo en el interior. Sí, es cierto que hubo un fracaso estrepitoso en la década de 1990, pero es un hecho que ahora no hay que hacer compatible la carrera oficial con la Catedral y que las cofradías sólo tendrían que cambiar de día y de horas, porque su camino sería el mismo que ahora. Algo se habrá podido aprender de aquellos errores que no siempre fueron de la Merced o de Jesús Nazareno.
Otra parte sí que hace pensar en que este wishful thinking se puede traducir como quimera de pensar que será tan fácil llenar las calles a la siete de la tarde como a las tres de la madrugada. Y también de creer que el frágil equilibrio social de una hermandad, siempre presta a las divisiones, al volantazo y a la falta de paciencia, no se resentirá de una aventura que tardará en tener la grandeza alucinada de esas grandes noches en otras partes.
La Semana Santa de Córdoba vive con una inercia de entusiasmo que abre a pares las puertas a nuevas cofradías y disfruta de sus tardes pletóricas y encierros con cuadrillas vigorosas de costaleros y bandas que despiertan a los barrios gozosos. Quizá todo sea más difícil en la Madrugada y lo que ahora se proyecta no sea más que un wishful thinking que ni siquiera resistirá al paisaje deprimido que quede cuando se vaya el coronavirus, pero lo mismo decían los derrotistas de la carrera oficial de la Catedral.