Hay días en que a las dos de la tarde uno ya siente la necesidad de irse a la cama. Hay un problema multiplicado para cada solución que se parecía haber conseguido, los teléfonos que antes respondían ahora están apagados y lo que podía salir mal ha resultado todavía peor. Como el equipo que puede pasarse tres horas atacando con la sensación de que no marcará un gol ni aunque el portero rival se lesione, en ciertos días uno quiere meterse en casa para que no sigan ocurriendo pequeñas catástrofes cotidianas. La idea de dejarlo por un tiempo no es científica, porque fía mucho de lo que sucede al azar o a los astros, pero nadie levantará la mano si se pregunta quién no estuvo así algún día aunque a la semana siguiente se sienta bendecido por las musas y los ángeles.
La votación en que no se alcanzó la mayoría suficiente para los nuevos estatutos de la Agrupación de Cofradías de Córdoba se hizo por la noche y quienes vieron cómo su texto no se aprobaba pudieron irse a dormir para olvidar aunque sigan acordándose al levantarse. Y una vez que se suceden problemas, votaciones perdidas y heridas cerradas en falso queda la sensación de que es necesario acostarse y amanecer en un día nuevo, con un sol que será el mismo pero de otra forma y acaso con unas tareas y con unas herramientas distintas. «Mañana será otro día», dicen aquellas palabras maternales de sabiduría como las que escuchaba Paul McCartney cuando sabía que lo mejor «in times of trouble» era dejarlo estar.
Antes de ayer fue el rechazo, poco argumentable y menos cristiano, a la Quinta Angustia y a los Dolores de Alcolea, ayer la negativa de la Presentación al Pueblo de sumarse al Jueves Santo y ahora son los estatutos que se habían pedido con insistencia y que han sumado 15 votos en contra y nueve que se han quedado en casa, y quién sabe qué calvario queda a unos y otros hasta mediados de junio. Es una sola Semana Santa, pero también bastante tiempo como para pedir a cada momento que no haya más ocasiones en que votar y decisiones peliagudas.
Mañana, desde luego, tiene que ser otro día con actores distintos y menos desgastados, quizá con otro procedimiento más fresco que desatasque los problemas que ahora parecen crónicos. La cuestión es pensar si por una vez el hombre puede adelantar la amanecida y no preguntarse lo que Lope de Vega: «¿En qué región el sol su carro aloja / desta imposible aurora tramontana?».