Dice el catedrático de Derecho Javier Pérez Royo que cuando un ciudadano, en un sistema democrático, acata lo que dice una ley, en realidad se está obedeciendo a sí mismo. Es una verdad resbaladiza en estos tiempos de mascarillas y estados de alarma ilegales, pero en una época de consensos más amplios sí se acercaba más: uno vota a sus representantes en la asamblea legislativa y ellos preparan los textos que después servirán a toda la sociedad por acuerdo de sus miembros. Si alguna no gusta a los que están en minoría, siempre pueden protestar y esperar el momento en que haya un desplazamiento de tierras, cambie la mayoría y se proponga un cambio. Si es que se atreven.
Las cofradías de Córdoba están en estos meses a la espera de lo que tendría que ser algo parecido a una Constitución. Después de un largo tiempo de plazos incumplidos, la Agrupación tiene previsto presentar el proyecto de nuevos estatutos y allí las hermandades tendrán que pronunciarse sobre todo aquello que se critica en voz baja pero se acata o se permite por conveniencia o por no agitar. Y si se aprueba, seguir por un reglamento valiente.
En la historia de las Constituciones españolas, y esto lo cuenta también Pérez Royo, hubo quien en el siglo XIX se burló de las frases que decían que los hombres tenían derecho a la vida y a la libertad de pensamiento, porque eso era tan obvio como proclamar que tenían dos manos y dos ojos. Los tiempos que llegaron después demostraron que tampoco venía tan mal ponerlo por escrito.
Las hermandades están en un momento parecido. Lo que parecía tan normal y lógico que no había que consignar en una norma ahora hay quien lo ha subvertido con tanta naturalidad como incredulidad para muchos que creían que era inconcebible. La Agrupación de Cofradías tiene la llave simbólica de la Semana Santa, pero es fácil de forzar y poco segura para ciertas cosas, dicen algunos.
Ahora las cofradías tienen el reto de plantear si ciertas puertas siguen siendo delgadas y frágiles o se blindan con preceptos que beneficien a todo el mundo, incluso a aquellos que creen que está mejor que se pueda abrir con un simple alambre. Lo que se critica en voz baja y se acata en público por quedar bien puede modificarse en este tiempo si se cumplen por esta vez los plazos. Si al cabo de 22 años se cambia para seguir igual habrá que concluir que las cofradías tendrán que obedecer a un puñado de medrosos y encogidos.
Liturgia de los días