La primera vez que salió la hermandad del Císter, el Martes Santo de 1989, la Virgen de los Ángeles llevaba un palio todavía sin respiraderos y liso, pero con una orfebrería más que notable para lo que entonces había y un ajuar muy bueno para las dos imágenes, empezando por la peana. El Señor de los Reyes de la Vera-Cruz salió ya con túnica bordada en 1991, aunque todavía hubo que esperar hasta que su paso quedase en madera oscura y plata. La Estrella tenía un simpecado extraordinario y el misterio completo ante el Señor de la Redención en 1996, y poco tiempo después comenzó a tallar la canastilla.
El Señor de la Fe sólo estuvo dos años solo hasta que se incorporó el misterio de la Sagrada Cena y la Agonía asombró a Córdoba desde 1996 con el mérito enorme de bajar desde su barrio del Naranjo y subir por Fuente de la Salud. Por aquellos años muchas cofradías daban bastantes más bandazos aunque estuviesen en la calle antes.
Los estatutos de la Agrupación de Cofradías del año 2000 son fruto de una época convulsa, pero en parte también son hijas de estos años en que la Semana Santa de Córdoba no era tan hermosa como ahora, pero ya empezaba a cundir la idea no escrita de que las hermandades no debían plantarse en la carrera oficial de cualquier forma. No existían las vísperas, pero las entonces nuevas habían tenido tiempo de madurar y los cofrades las esperaban con la ilusión de saber que iban a contar algo bueno, porque habían asistido a la bendición de sus imágenes y conocían sus proyectos y su criterio.
No había en aquel texto, todavía vigente, ninguna alusión al decoro, al número de nazarenos ni a la maduración en los días anteriores a la Semana Santa porque los redactores entendían que sería tan innecesario como decir que una cofradía debe salir de su sede y volver a ella. Seguramente nadie pensó en ello porque se creía imposible en el año 2000, aunque hubiera hermandades que tuvieran que salir de la Catedral por obras. ¿Nuevas? Bien sabían todos que venía una época en que iba a ser muy difícil que se aprobaran y desde luego ni soñarían con el florecimiento actual. En los estatutos del Consejo General de Cofradías de Sevilla no hay menciones a la forma en que hay que hacer las cosas por la sencilla razón de que para ellos decirlo sería como poner por escrito que la candelería de un paso de palio va iluminando a la Virgen.
Las prohermandades y cofradías de vísperas que ahora ven que tendrán un listón más alto que el de las corporaciones que van desde hace años a la carrera oficial tienen aquí la explicación: las leyes a veces se redactan para reaccionar a lo que sucede y no para premiar; no como confirmación ‘de iure’ de lo que existe ‘de facto’, sino como forma de frenar lo que no gusta. Para evitar otra vez tener una sede para el culto y otra en la otra punta de la ciudad para el día de la estación de penitencia.
Sí, los estatutos que ahora la Agrupación de Cofradías tiene en fase de anteproyecto exigirán mucho a las que todavía no están y menos a las que ya están y quizá no cumplan con lo que se dice, pero los que están cansados de esperar, y algunos con bastante razón, habrán de pensar si no será mejor parecerse a algunas de las cofradías mencionadas arriba aunque, como ellas, tengan que madurar cuando otras no lo han hecho. Eso habrán ganado, y ya para otra norma del futuro quedará reglamentar qué pasa cuando las cofradías tengan que faltar algún año, como pasaba hace siglos, por falta de economía o de medios humanos.