Decían de los antiguos senadores romanos que cuando dejaban la política volvían al arado y al campo. No había entonces consejos de administración de grandes compañías ni redes de influencia que los necesitasen. Los políticos actuales lo tienen más difícil porque en gran parte no han vivido más que de su partido o de los cargos electos, y también porque cierto puritanismo moderno se escandaliza si no cotizan a la Seguridad Social en la empresa privada y saca a relucir la puerta giratoria cuando trabajan fuera. Los cofrades sí deberían tenerlo más fácil, porque cuando tienen varas y martillos en las manos es por las tardes y los fines de semana; por las mañanas están trabajando y tienen que hacerlo compatible.
Algo comparten con ellos, sin embargo, y es la dificultad para asumir que ya no disfrutan de aquello que tan felices les hacía. En las cofradías, y más en Córdoba, es común que el dorado y plateado de las varas y los martillos dé un poco de brillo a una vida que de ocho a tres suele ser gris y alimenticia, sin más horizonte que el de sobrevivir y de que un mes sea un poco mejor que otro. El cargo por lo menos da emociones y desgasta menos cuando se disfruta de él, aunque quite tiempo y sume desvelos, que cuando no se tiene.
Parte de los problemas de las cofradías están en el descontento con el arado, la carpeta y la mesa de trabajo, por lo común más aburridos que el momento de gloria en que se dan dos martillazos y puede haber un micrófono cerca para que a uno lo escuchen. O del día en que uno preside un cabildo general y ve cómo los puntos van saliendo por unanimidad y al final hasta le felicitan. Al marcharse y notar que no lo hacen bien la tentación es echarse de menos a sí mismo; al ver que sí lo hacen bien es todavía peor.
Estaría bien decir que uno se marcha de la sala de juntas y la hermandad se queda, pero el problema es cuando empieza a mutar. Quien haya servido en Ánimas, en la Merced, en la Sentencia, en la Expiración o en la Misericordia, o en el Calvario de Sevilla, sabe que reconocerá a su cofradía cuando no sea más que un nazareno, pero muchas hermandades tienden a reinventarse a base de bandazos y hay veces que la gente tiene la tentación de pensar en que si no él está no se reconocerá en su misma casa. Por mala o por buena.
Liturgia de los días