Algún lector recordará que a Phil Ivey le retuvieron el año pasado unos nueve millones de euros que había ganado en el casino londinense de Crockfords, jugando al punto y banca. Harto de esperar el cobro, el estadounidense decidió hace unos días demandar al local, que a su vez ha explicado a través del «Daily Mail» que tiene fundadas sospechas de que el profesional del póquer se aprovechó de un error en el corte o en la impresión del reverso de las cartas. Dicho fallo en el diseño le permitía identificarlas y, por tanto, jugar con ventaja. Ahora bien, si el casino no demuestra que Ivey estaba implicado en su uso o fabricación, si simplemente se aprovechó del supuesto error, ¿tiene derecho a reclamar el dinero ganado por el jugador? Un juez decidirá.
En la película «Kaleidoscope» (o «Magnífico bribón», dirigida en 1966 por Jack Smight, cuyo mejor título es sin duda «Harper, investigador privado»), Warren Beatty ya utilizaba el viejo truco de «leer» las cartas previamente alteradas en la fábrica que surte a los casinos de media Europa. Cuando los naipes llegan a Montecarlo, Barney Lincoln, su personaje, empieza a tener una suerte morrocotuda. En Crockfords creen que Phil Ivey utilizó una artimaña parecida, aunque no pueden probar si participó en la fabricación de las cartas. Tampoco han sido capaces de explicar por qué el casino más antiguo del mundo, con 184 años de historia, utiliza un modelo de cartas (impreso «a sangre», sin margen) tan vulnerable a errores o manipulaciones.
La historia es bastante confusa, como parece necesario con nueve millones de euros en juego (más de siete millones de libras). El Tiger Woods del poker no iba solo, además, sino acompañado por una joven de rasgos asiáticos que al parecer ya había desplumado a algún que otro casino y cuya presencia no es precisamente deseada en los establecimientos del ramo. Conviene añadir que en el punto y banca no hay sistema ganador conocido, es un juego de azar tan teóricamente puro, como la ruleta. A James Bond también le gusta jugarlo en alguna de sus películas, lo que tampoco es un síntoma demasiado bueno.
Los detalles del caso llevan a pensar que, de existir las trampas, el croupier tenía que estar implicado, porque accedió a girar las cartas a petición de la acompañante de Ivey y no destruyó la baraja, como es práctica habitual, al terminar la jornada, por lo que ambos pudieron regresar al día siguiente para terminar de arreglar el presupuesto del mes. No menos grave es que después de perder medio millón de libras, al ganador de nueve brazaletes de las Series Mundiales (es el cuarto mejor de la historia) le permitieron aumentar la apuesta máxima hasta 150.000 libras por mano, lo que permitió una sangría que tardaron demasiado tiempo en detener. Un inspector y diez cámaras vigilaban cuanto ocurría en la mesa, sin ser capaces de descubrir el truco, de cuya existencia estaban sin embargo convencidos.
En fin, si nos ponemos de parte de George Clooney, Brad Pitt y compañía, delincuentes confesos, en la serie «Ocean’s…», ¿apoyamos en este caso a Phil Ivey o al casino?
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