Awonder Liang, que cumplirá diez años el próximo día 9, es el maestro de ajedrez más joven de los Estados Unidos, un país en el que superar récords de precocidad supone librarse de la alargada sombra de Bobby Fischer. Liang, ajeno a todo, los encadena sin dificultad. A los ocho fue campeón del mundo en su categoría, superó la barrera de los 2.000 puntos Elo y derrotó a su primer maestro internacional. A los nueve fue el ajedrecista más joven del planeta que ganaba a un gran maestro en partida de torneo, con Larry Kaufman como víctima.
El mes pasado, la Federación de los Estados Unidos certificó que la fuerza ajedrecística de Awonder Liang es superior a los 2.200 puntos Elo. El chaval logró esta hazaña en un torneo jugado en Dayton (Ohio). Entrenado por su padre, un inmigrante procedente de China, la mayor dificultad para los Liang, como ocurre con tantos talentos del deporte, es encontrar financiación para poder seguir practicando y viajando a los torneos.
Que el ajedrez produzca niños prodigio no es nuevo, pero en la era de la informática y de internet es difícil saber dónde está el límite. Un ordenador, un par de programas y una buena conexión a internet ofrecen la posibilidad de conseguir en unos meses la experiencia y el material que hace un par de décadas costaban toda una vida. Por definición, el último récord de Awonder (9 años, 11 meses y 14 días) no tiene precedentes, pero apenas mejora en diez días al anterior monstruito, Samuel Sevian, un chaval que ahora tiene 13 años y un Elo de 2.371 puntos. Joshua Waitzkin, el chaval que inspiró la novela y la película “En busca de Bobby Fischer”, nunca se acercó a los hitos logrados por el fallecido prodigio americano. En los últimos años, Waitzkin parece buscar otras metas y está centrado en el Tai Chi y el Jiu-Jitsu, disciplinas en las que también es un fenómeno. En ajedrez lleva años con un Elo inalterable de 2.464 puntos, sin partidas computadas.
En fin, que nadie sienta la obligación de sentir simpatía por estos niños prodigio. Cualquiera que haya jugado alguna vez contra uno de ellos sabe que estos pequeños @#¢&^^!, con perdón, no respetan nada. Bajo su aparente candidez esconden un corazón sin alma, que no sufre ante la humillación del prójimo. Awonder es solo el último de una especie perfectamente conocida.
No creo que hagan falta más excusas para volver a ver el comienzo de “En busca de Bobby Fischer”.
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