Ya queda menos para que este verano se estrene por fin en España «El caso Fischer» («Pawn sacrifice»), película que narra el enfrentamiento entre el ruso Boris Spassky y el americano Bobby Fischer por el título de campeón mundial de ajedrez, en 1972. El primero ha concedido una larga entrevista a Yury Golyshak y Alexander Kruzhkov en el diario ruso «Sport Express», traducida con la diligencia habitual en portal Chess24. El viejo excampeón cuenta sus impresiones sobre la cinta, así como algunas cosas que no conocíamos, como el espía que trabajó para los americanos desde su equipo, la música que eligió Fischer para su propio funeral o sus peleas con Viktor Korchnoi.
El décimo campeón del mundo de ajedrez tiene 79 años no muy bien llevados, después de sufrir dos derrames y más de un conflicto matrimonial, incluida una huida de París a Moscú bastante peliculera. Con un brazo y una pierna en mal estado, Spassky conserva la mente ágil e incluso se permite alguna escapada. El pasado mes de abril asistió al estreno de «Pawn sacrifice» en Berlín, adonde llegó en tren, que le parece más cómodo que el avión.
Lo peor de su vida actual, cuenta Spassky, es su divorcio de su mujer francesa, que lo está dejando «seco», anímica y económicamente. «Estoy viviendo una guerra. Se lo va a quedar todo», asegura. El gran maestro se conformaría con recuperar sus archivos ajedrecísticos, pero su ex se niega a enviárselos. «Por lo menos estoy vivo», se consuela.
La película no le dejó satisfecho y le pareció «artificial». «Lo recuerdo todo y se nota que ellos (Tobey Maguire y Liev Schreiber) están actuando, su impostura». Cuando le preguntan si Schreiber, que hace su papel, hizo algo bien, responde cáustico: «Yo no me di cuenta de nada». Maguire tampoco atina, a su juicio, en el papel de su rival: «Ese tipo gira sus ojos, pero Fischer era diferente. Su estatura, sus gestos, su comportamiento…». Lo peor, sin embargo, es que la película falla en mostrar el principal conflicto que él vivió, por qué accedió a continuar el duelo. «Después de todo, pude poner fin a todo aquello y largarme como campeón», ante las incomparecencias de Fischer.
¿Hizo bien en quedarse» «En retrospectiva, creo que lo hice en vano. Debí dejar que Fischer consiguiera lo que quería. Imagine que fuéramos boxeadores. Si uno de ellos dijera “eso es todo, abandono”, el otro aceptaría. Pero yo lo rechacé».
Para quedarse, Spassky desobedeció las órdenes del presidente del Comité de Deportes de su país, Sergey Pavlov, que lo tuvo al teléfono durante media hora. «Escribe un protesta y vuela a casa, me dijo. Pero yo insistí en jugar. Una tontería, por supuesto. Después de todo, había más que intereses individuales en el duelo».
Quizá lo que «mató» a Spassky fue su sentimiento de «pena» por el americano. «Yo veía que se estaba volviendo loco. Tenía una buena relación con Bobby. Es Korchnoi quien necesita odiar a sus rivales para jugar con normalidad. A mí eso no me gusta en absoluto. Sentado enfrente de mí había un niño que estaba perdiendo la razón. ¿Qué clase de odio podía haber ahí?».
Spassky tampoco quiso entrar en el juego de Fischer, que utilizaba toda suerte de trucos y protestas, elegidas casi al azar: contra los organizadores islandeses, contra el presidente de la FIDE (Max Euwe), contra los soviéticos… «Si los pájaros dejaban de cantar en la bahía de Reykiavik, ¿a quién culpaba? A Spassky. Después comprendí que todas esas provocaciones eran deliberadas». En ese aspecto, el ruso culpa a Lombardy, segundo de Fischer. que tenía en mente «mantener una presión psicológica constante». Incluso Euwe le dijo a Boris que podía «abandonar el duelo en todo momento». «Lo entendería», explicó el dirigente. «Bobby tiene un comportamiento terrible. Ningún aspirante ha actuado así nunca en el pasado…». «Que el presidente de la FIDE hablara de forma tan abierta», concede Spassky, quien añade que el «equipo de Fischer» sabía muy bien hasta dónde podían llegar. Según él, tenían un topo en las filas de los rusos, el estonio Iivo Nei, que acabó escribiendo un libro sobre el «match del siglo» en colaboración con Robert Byrne, entonces responsable de la sección de ajedrez del diario «The New York Times».
En años posteriores, Spassky cuenta que Fischer desarrolló sus paranoias. No se operó de los riñones porque desconfiaba de los médicos e incluso llamó a su amigo para recomendarle que él tampoco se operara de apendicitis, en 1977, mientras jugaba un importante torneo, de nuevo en Reykiavik. Asimismo, lamenta no haber podido asistir al funeral de su amigo, pese a que en las indicaciones que dejó escritas el estadounidense, lo citaba como uno de los tres ajedrecistas autorizados a llevar el féretro, junto con Lilienthal y Portisch. Fischer, desvela, quería que sonara la canción «Green Green Grass of Home», de Tom Jones.
El «Pushkin del ajedrez», como le bautizaron los yugoslavos, habla por último del inmenso talento de Karpov y del pésimo comportamiento de Korchnoi, que llegaba a darse patadas con Petrosian por debajo de la mesa. ¿Fue justo que nunca llegara a campeón del mundo?, le preguntan. «Cien por cien», sentencia.
La imagen de arriba está tomada en el estreno de «Pawn Sacrifice» en Berlín, durante el Mundial de Rápidas, el pasado 9 de octubre. Su autor es Sebastian Reuter y fue publicada en la web del torneo por el organizador del evento, la empresa Agon
Ajedrez