Federico Marín Bellón el 15 dic, 2010 Joseph G. Ponterotto, psicólogo y profesor de Psicología de Asesoramiento en la Universidad de Fordham, ha escrito un artículo titulado «Una autopsia psicológica de Bobby Fischer» en el que profundiza en la vida tortuosa que tuvo que llevar un campeón como Bobby Fischer, un héroe nacional que también sufrió la cárcel, que fue investigado durante años por el FBI y que acabó sus días exiliado. La tesis de Ponterotto es que los problemas de Fischer provenían de su infancia y que es necesario ayudar a otros niños prodigio para preservar su salud mental. Fischer, en 1965. Foto: AP Cuenta el artículo que muchos grandes maestros que lo trataron pensaban que Fischer no era simplemente un excéntrico, sino que tenía profundos problemas. Su compatriota Robert Byrne (hermano de Donald Byrne, a quien derrotó con tan sólo 13 años en la partida «inmortal» del siglo XX) sugirió al propio Fischer que debía visitar a un psiquiatra, a lo que el genio replicó: «Un psiquiatra debería pagar por trabajar con mi cerebro». Otro gran maestro, Paul Benko, estadounidense de origen húngaro, le dijo a Bobby que estaba «paranoico» y este respondió que «las paranoias pueden estar bien». Recorte de periódico que da cuenta de la partida «inmortal» del siglo XX, frente a Donald Byrne Ponterotto afirma que los trastornos de Fischer no se produjeron en la última etapa de su vida, cuando empezó a realizar comentarios antisemitas (pese a que su propia madre era judía) y llegó a aplaudir los atentados de las torres gemelas. En su opinión, los investigadores han llegado a la conclusión de que los problemas del americano, que nunca fueron diagnosticados y convenientemente tratados, empezaron durante su infancia. El psicólogo se acaba preguntando si la sociedad no debería prevenir los posibles problemas de otros niños prodigio y cómo habría sido la vida del ex campeón del mundo si hubiera recibido un buen tratamiento a tiempo. Cita también la biografía del jugador escrita por Frank Brady, «Profile of a Prodigy», en la que se asegura que Regina, madre de Bobby, consultó al menos con tres profesionales de la salud mental debido a la obsesión de su hijo con el ajedrez. El chico, por otro lado, llegó a ser expulsado de un colegio público de Manhattan, cuando la familia se trasladó desde Arizona a Brooklyn. Partida del joven Bobby frente al campeón Tigran Petrosian Otro de los expertos consultados fue el gran maestro y psicoanalista Reuben Fine, autor de libros polémicos y discutidos como «Psicología del jugador de ajedrez», en el que relaciona el juego con el complejo de Edipo. Fine atendió al joven Fischer en media docena de ocasiones y según él, durante las visitas jugaba con el muchacho, a quien ganaba invariablemente. Fine asegura que Fischer reaccionaba violentamente a las derrotas y que le acusó de tener suerte o hacer trampas. En su extenso artículo, Ponterotto cita otras fuentes, como Valery Krylov, especialista en rehabilitación psicológica de deportistas, que es citado por Kasparov y que creía que Fischer padecía de esquizofrenia, si bien no pudo examinarlo personalmente y se basaba para su dictamen en las cartas y artículos del jugador. Para ser justos, Fischer no solo fue un genio sobre el tablero. Muchas de las exigencias con las que torturaba a los organizadores de torneos sirvieron para mejorar las condiciones de juego de una actividad poco profesionalizada hasta la irrupción del estadounidense. Bobby también fue tildado de paranoico por sus acusaciones sobre las maniobras y arreglos de los rusos en los torneos de candidatos, en los que hacían tablas rápidas entre ellos para concentrarse en los duelos con Fischer. El propio David Bronstein confesaba en su libro «Secret notes» (que yo sepa, no está publicado en España) que esos arreglos existieron y que, a veces, no solo consistían en arreglar unas tablas, sino que en ocasiones estipulaban incluso la derrota de alguno de los camaradas implicados en la partida. Ay de quien no aceptara con docilidad las órdenes, procedentes de las más altas esferas del aparato soviético. Woody Allen lo resumía mejor en un diálogo que decía algo así: -¿Cómo se llama a las personas que siempre piensan que las persiguen?-¿Paranoicas?-No, perspicaces. Ajedrez Comentarios Federico Marín Bellón el 15 dic, 2010