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Karjakin siente vértigo y Carlsen empata el Mundial

Karjakin siente vértigo y Carlsen empata el Mundial
Federico Marín Bellón el

Con un Mundial de ajedrez en juego, a tres pasos de lograr la corona, el vértigo es abrumador. A Sergey Karjakin le impidió asegurarse un empate fulgurante y valiosísimo en la décima partida de las doce previstas. El día anterior no vio el camino hacia la victoria, realmente angosto, y un día después se le cayeron las tablas del bolsillo, donde llegaron a permanecer durante dos jugadas seguidas, porque no encontró la línea crítica. Sus caballos no saltaron en la dirección que debían (admitamos que suelen ser miedicas) y la partida se encaminó a un nuevo final angustioso, con poco tiempo en el reloj y posibles remordimientos rondando por la azotea. El resultado fue la primera victoria de Magnus Carlsen y el empate a cinco en el marcador. Solo quedan dos partidas y la ventaja psicológica parece volver al campamento del noruego, que se mostró aliviado y exultante. «No fue fácil, pero por fin lo doblegué», declaró nada más vencer.

Karjakin tuvo unas tablas fáciles en el bolsillo, al principio de la décima partida del Mundial

Hay que decir que Carlsen tampoco se enteró de la puerta trasera que dejó abierta nada más salir de la apertura, que conducía directamente a unas tablas fáciles en apenas veinte movimientos. En la rueda de prensa, confesó que no cayó en el truco hasta que la partida había terminado. Karjakin, por su parte, se llevó un golpe moral tremendo cuando comprobó la oportunidad que había pasado por alto. Parecía a punto de echarse a llorar, con los ojos clavados en la pantalla. Al menos, aguantó las ganas de salir corriendo. Lo más duro para él será no dejarse ahogar por los fantasmas en las partidas que quedan. Pase lo que pase, recordará toda su vida las oportunidades perdidas.

Si volvemos a la partida, después del doble perdón del aspirante, este cayó en una posición sin esperanzas de victoria. Lo único positivo para él es que si lograba aguantar una vez más la presión, la frustración del campeón podría haber alcanzado niveles insoportables, legendarios. La respuesta de Magnus consistió en acelerar las acciones para meter presión. Le costó alguna imprecisión, pero al final mareó a su enemigo hasta que este cometió un error, suficiente para decantar el punto.

«Se tienen demasiado respeto el uno al otro», opinaba Judit Polgar en los comentarios oficiales, ante el asombro perpetuo del ruso Ian Nepomniachtchi, que no se creía las jugadas de ninguno de los dos bandos. «Los dos están un poco tensos y se les están escapando jugadas», asentía el GM español David Antón. «Ambos parecen al límite», apuntalaba Peter Svidler.

Magnus Carlsen vuelve a caminar hacia el título. Foto: cuenta de Instagram de WorldChess

Con las cuatro torres todavía campando por el tablero, Karjakin envió a su rey de peregrinación, primero a la casilla d6, casi en el centro y rodeado de peones fieles, aunque les temblara hasta el fieltro, y luego al flanco de dama, al otro extremo del tablero, para intentar sostener la posición.

Kirill Zangalis, representante de Karjakin, confesó que no entendía por qué su muchacho no había jugado la línea de tablas. Él también esperaba una explicación en la rueda de prensa. «Si gana Magnus, empezamos otro duelo, seguro», confesó, antes de justificar un poco a su cliente –«No es un robot, no es un ordenador»–, y de hacer una predicción que más parecía una advertencia: «Si quiere ser campeón del mundo, debe conseguir unas tablas en esta partida. La siguiente la jugará con blancas y para Carlsen sería muy difícil llegar a la última obligado a ganar».

Entretanto, en el tablero se bailaba una extraña danza de caballos, con las torres y una buena cantidad de peones concentrados en una de las columnas centrales, como si hicieran cola para el Black Friday. El ruso llegó a contravenir una de las reglas sagradas del ajedrez de barrio: si llevas los caballos a los rincones, los sacarás por los c… Sergey, desde luego, se defendió de una manera creativa, sin miedo ni a romper los mandamientos, como un castor construyendo una presa.

Por primera vez no fue suficiente. En la jugada 56 cometió el error definitivo, presionado una vez más por el reloj, y Carlsen demostró por qué no cree en las fortalezas, palabra tabú que poco a poco habían empezado a susurrar algunos comentaristas. La reacción posterior fue desesperada y relativamente breve. El noruego ganó después de seis horas y media de partida.

De manager a manager, el de Fabiano Caruana, el británico Lawrence Trent, explicaba la estrategia que había llevado la partida a ese punto: «Carlsen no está haciendo nada, pero lo está haciendo muy bien». Quien falló en su pronóstico fue Silvio Danailov, quien poco antes había escrito en Twitter: «Lo siento mucho por los aficionados noruegos, pero conozco bien al soldado de hierro de Crimea y no va a perder esta partida. En cualquier caso, soñar es libre».  Ahora, mucho más.

Así fue la décima partida:

 

 

 

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