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El último asalto por la corona fue una farsa

El último asalto por la corona fue una farsa
Federico Marín Bellón el

Con el marcador empatado y una última oportunidad para decidir el título mundial, el público esperaba ayer un asalto vibrante, con Magnus Carlsen tratando de exprimir las piezas blancas y cumpliendo su palabra: «Lo golpearé y golpearé hasta que caiga», dijo hace menos de un mes. El campeón del mundo, sin embargo, no llegó a la duodécima partida con ganas de luchar. Algunos de los asistentes en el Fulton Market de Nueva York (con entradas entre 75 y 1.200 dólares, en la zona VIP) y miles de espectadores de todo el mundo a través de internet mostraron su frustración tras las tablas, firmadas en solo 35 minutos. Dudo que  tenga precedentes en un Mundial. La organización no devolverá el dinero de las entradas, pero estas serán válidas para el desempate del miércoles.

Fabiano Caruana, número dos del mundo y una persona a la que es difícil escuchar una palabra más alta que otra, comentó que esperaba que al menos el noruego hubiera creado algunos problemas a Sergey Karjakin. El británico Nigel Short, que sabe lo que es llegar a la final de un Mundial, escribió que si la partida «hubiera sido el plato de un restaurante, lo habría enviado de vuelta al chef». El español Miguel Illescas bromeaba sobre sus contribuciones a la apertura: «¡Una pena ver estas posiciones simétricas en el más alto nivel! Cuando ayudé a Kramnik con la Berlín no pensé que fuera a matar el juego». Me gustaría saber qué opina de la partida Juan Manuel Bellón, un GM que no ha ofrecido tablas en una sola partida desde hace décadas.

«Quería jugar las partidas de desempate», se justificó el campeón ante las cámaras. «Veremos qué ocurre», añadió nada más sellar el empate a seis final. El duelo se decidirá ahora, es un consuelo, en emocionantes partidas rápidas, el próximo miércoles. Como mínimo serán cuatro y Magnus empezará con negras. Probablemente evaluó que sería menos peligroso jugárselo todo en cuatro partidas, aunque sean más rápidas, que en una sola. El factor color tampoco era demasiado importante. En partidas lentas, Karjakin solo ha sabido ganarle con negras.

Caras sonrientes

Ya en la rueda de prensa, Carlsen pidió perdón a los aficionados. Era la primera vez en su carrera que no jugaba a ganar hasta que no quedaran otras opciones. Las caras felices de los jugadores, aliviados después de tanta tensión, desentonaban en el ambiente. El número uno bromeó con que le apetecía jugar el día 30 porque cumplirá 26 años. Se supone que será una celebración a muerte. El ritmo de juego es más elevado -y se incrementará si prosiguen los empates-, hasta que alguno de los dos ceda. No será posible especular con el resultado.

Fotos: Kena Betancur / AFP

El empate de ayer, firmado en un visto y no visto, llegó después de 30 aburridas jugadas de la variante berlinesa de la española, la apertura más «tablífera» que conocen los libros de teoría. Carlsen jugó de memoria y acabó incluso con más tiempo en el reloj del que tenía antes de empezar, algo posible gracias al incremento de 30 segundos que se conceden al realizar cada jugada. Es decir, apenas pensó un cuarto de hora, un contraste exagerado con las partidas vividas en los últimos días, varias de ellas por encima de las seis horas de lucha.

Por supuesto, Carlsen contó con la colaboración del ruso, que está un paso más cerca de convertirse en el campeón menos carismático de la historia. El héroe de la defensa tuvo el título en su mano, cuando ganó por sorpresa la octava partida, pero después le entró vértigo y no aprovechó un par de oportunidades de sentenciar. No ha perdido la cara de víctima, pero ya ha probado la sangre del campeón.

El desempate, este miércoles

Después del 6-6 final, Magnus Carlsen y Sergey Karjakin jugarán el miércoles las partidas de desempate. Primero se disputarán cuatro partidas semirrápidas, con 25 minutos por jugador y 10 segundos de incremento en cada jugada. Quien logre antes 2,5 puntos se coronará campeón. Karjakin llevará las blancas en la primera.

Si persiste el empate, se vuelven a sortear los colores y empiezan las partidas rápidas. Cada jugador tiene cinco minutos, más tres segundos de incremento cada vez que mueva. Esta vez los duelos se juegan de dos en dos, hasta un máximo de diez.

Si lo anterior no decide, se llega a la partida decisiva, conocida como Armagedón. Las blancas tienen un minuto más (cinco contra cuatro) pero están obligadas a ganar. En caso de tablas, el negro se proclama campeón.

Será, por cierto, la cuarta vez que un Mundial de Ajedrez se decide en las partidas de desempate. En 1998, en pleno cisma, Anatoli Karpov retuvo la corona frente a Viswanathan Anand en Lausana. En 2006, Vladimir Kramnik derrotó a Veselin Topalov y en 2012 Vishy Anand venció a Boris Gelfand. En ninguno de los casos fue necesario ir más allá de de las partidas semirrápidas. El Armagedón, una solución discutida, sería algo inédito.

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