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Blogs Jugar con Cabeza por Federico Marín Bellón

Espías, actores, derechos de autor y tablas

Espías, actores, derechos de autor y tablas
Federico Marín Bellón el

Nunca habíamos visto tanta gente esperando unas simples jugadas de ajedrez. El duelo entre Spassky y Fischer calentó el planeta en medio de la Guerra Fría. Alekhine y Capablanca regalaron uno de los grandes enfrentamientos de la historia y las batallas que dirimió Karpov con sus sucesivos archienemigos (Korchnoi y Kasparov) demostraron una rivalidad nunca superada. Pero los medios actuales, cuando funcionan, permiten disfrutar del ajedrez en condiciones impensables hace solo una década. La pena es que al principio la retransmisión fue un desastre. Los organizadores, detalle que les honra, pidieron perdón y fueron a mejor, si bien queda camino por recorrer. Sobre el tablero, el saque de honor lo hizo el actor Woody Harrelson, quien tiene alguna anécdota graciosa sobre sus partidas con Marlon Brando. Carlsen le sopló la jugada: d4. Sus intenciones estaban claras como mínimo desde el día anterior: «Lo tumbaré hasta que termine por caer». En el primer asalto no lo logró.

Carseln pasa el control de seguridad, antes de la partida, como muestran las cámaras de la cadena noruega VG TV

La televisión noruega fue el primer medio capaz de ofrecer imágenes. Lo más llamativo fue ver a los jugadores pasar el control electrónico, casi como mexicanos en la frontera vigilados por Donald Trump. El chiste, bastante malo, (aunque respaldado por el propio Carlsen en la rueda de prensa) le hará menos gracia que a nadie al presidente de la FIDE, Kirsan Ilyumzhinov, que no puede ver las partidas en persona porque los Estados Unidos le negaron el visado para entrar en el país. Tendrá que conformarse con la realidad virtual.

En la retransmisión en directo desde este blog, como en el resto de medios, al principio todo iba mal, pero a partir de la jugada diez o doce se logró cierta estabilidad. Hay detalles, pese a todo, que son errores claros de diseño y que convierten la página oficial en un campo de minas. Está cargada, eso sí, de las mejores intenciones, y los comentarios de Judit Polgar valen por sí solos el precio de la entrada (si accedes a través de este blog, tienes el 10% de descuento, con el código ROOKE1).

En los canales alternativos (reforzados por una nueva sentencia, esta vez en Estados Unidos, que niega que las partidas de ajedrez estén sujetas a derechos de autor), los comentaristas empezaban a vislumbrar lo dura que será la defensa del ruso. Pepe Cuenca, dicharachero como de costumbre, comentaba en Chess24 que el Mundial no iba a ser ningún paseo, mientras que David Antón aseguraba que al noruego le «iba a costar ganar partidas». A cambio, no veía que el aspirante fuera capaz de mponerse en ninguna.

Lo cierto es que al principio los seguidores del ruso sufrieron algún momento de angustia. Carlsen volvió a elegir un camino secundario, la apertura Trompowsky, que sirvió a más de uno para hacer juegos de palabras con el nuevo presidente de Estados Unidos. En la sexta jugada se vio que la estrategia podía funcionar. Su rival se quedó clavado y consumió una cantidad peligrosa de minutos. Aquí no me resisto a recordar el consejo del GM Amador Rodríguez.

La realidad virtual dio el primer día algunos problemas, como toda la retransmisión. En la imagen, Carlsen prueba el sistema antes del comienzo del Mundial. Foto: Eduardo Muñoz / AFP

A esas alturas de la partida, Carlsen movía casi al toque. El noruego, buen jugador de póker, metía presión a su rival, que podía entrar en pánico ante la posibilidad de que la línea escondiera alguna receta venenosa. En estos casos, sin embargo, nunca se sabe quién engaña a quién, si acaso alguien lo consigue. Quizá el ruso solo estaba repasando las líneas, antes de decantarse por lo que había preparado. No olvidemos que el equipo de Carlsen ha pedido ayuda a Microsoft, uno de sus patrocinadores, para blindarse ante posibles ataques de hackers rusos. Se sabe que instalaron su campamento en algún lugar desconocido del Caribe, para disfrutar del buen tiempo y pasar más inadvertidos.

Los equipos de ambos contendientes, además, son alto secreto (los técnicos también, con ordenadores que rondan los 50.000 euros), aunque es conocido que hay al menos un caso de “transfugismo” de uno a otro bando, más que justificado. El ruso Ian Nepomniachtchi, que en el pasado ayudó a Carlsen, trabaja ahora para su compatriota. “Nepo” es un tipo que cae tan bien, sin embargo, que el dato no ha generado mayores comentarios.

Al final, con faroles o sin ellos, el aspirante se defendió sin apuros, pese a que el campeón, como siempre, exprimió sus opciones y presionó hasta la jugada 42. En otras manos, la partida no habría superado la 20. Ese espíritu de lucha no solo es eficaz, sino que merece todos los elogios y es una muestra de respeto a los espectadores.

Esta foto y la de arriba son obra de Justin Lane (Efe)

En la rueda de prensa posterior a la partida, Carlsen aconsejó a los jóvenes que «lo pasen bien y no se tomen el juego demasiado en serio». Karjakin, por su parte, se escurrió como una anguila ante la pregunta de rigor sobre el apoyo que recibe del Estado ruso (Bellón lo llama Karaputin), en comparación con la ayuda que Spassky recibía del aparato soviético.

Aunque la primera partida se puede disfrutar de momento en el visor de al lado, la dejo aquí también, para que quede para la posteridad:


 

 
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