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El enigma de Carlos Torre, un genio que se retiró del ajedrez a los 21 años

La película documental «Torre x Torre» se acerca a la figura del jugador mexicano, que pudo ser campeón del mundo

El enigma de Carlos Torre, un genio que se retiró del ajedrez a los 21 años
Imagen de la película «Torre x Torre», de Juan Obregón y Roberto Garza
Federico Marín Bellón el

Carlos Torre Repetto (1904-1978) recibió el título de gran maestro un año antes de su muerte, pero no es esto lo más triste de su vida. Una inexplicable maldición quiso que tres de los grandes ajedrecistas americanos se retiraran de forma prematura y acabaran trastornados, cada a su manera. En defensa del ajedrez diremos que perdieron el norte cuando ya no jugaban. El mexicano abandonó la competición a los 21 años, prácticamente a la misma edad que Paul Morphy. El también estadounidense Bobby Fischer esperó al menos a ganar el campeonato del mundo, al que los tres parecían predestinados, al igual que Capablanca, que logró la corona y nunca dejó de jugar. Torre es hoy protagonista por el documental «Torre x Torre», que me llega por gentileza del incansable promotor Hiquíngari Carranza, presidente de la Fundación Kasparov.

Carlos Torre, en una de las pocas imágenes que se conservan de sus mejores años

La película de los realizadores Juan Obregón y Roberto Garza trata de resolver el gran enigma de Carlos Torre con la ayuda de su familia, amigos, historiadores de ajedrez y destacados grandes maestros, entre los que destacan AverbachAnand, Topalov y Karjakin. Después de su exitoso camino en México, está previsto estrenar la cinta en España muy pronto, a través de distintas plataformas. A la espera de saber dónde podrá verla el público, es el momento de contar quién fue Carlos Torre y por qué es considerado de forma unánime un genio.

Que Torre es el mejor ajedrecista de la historia no ofrece la menor duda. El maestro mexicano Manuel López Michelone cuenta que Tartakover explicó el fenómeno con una humorada: «Nos aventaja porque juega con tres torres». En realidad, era frecuente que jugara con desventaja de material en partidas informales, algo muy frecuente en la época para compensar la superioridad del maestro.

Es curioso que los éxitos de Torre empezaran en  Nueva Orleans, ciudad natal de Morphy, donde la familia del mexicano se trasladó en 1917. Del estado de Luisiana saltó luego a Nueva York, donde no tardó en derrotar a los mejores, como Marshall. Se proclamó campeón de Estados Unidos, país que quiso acogerlo y nacionalizarlo sin éxito. El joven ajedrecista se aferró siempre a sus raíces mexicanas. Y fue en Europa, como Morphy, donde Torre pudo enfrentarse por fin a los grandes campeones, en su gira mágica por Baden-Baden, Marienbad, Moscú y San Petersburgo.

En la ciudad alemana de los casinos terminó en la primera mitad de la tabla, pese a su juventud y a la talla de sus rivales, en su primer torneo importante. Poco después, en la ciudad cinematográfica de Marienbad quedó tercero. De allí viajó a Moscú, donde apareció sin abrigo ni ropas adecuadas. Pese al frío, la sensación se convirtió en certeza. Llegó a liderar el torneo más importante de su época, que dio motivo a la primera gran película sobre ajedrez, en la que Torre aparece brevemente.

Torre, en la película “La fiebre del ajedrez” (1925), de Vsevolod Pudovkin y Nikolai Shpikovsky

La competencia era feroz y Torre acabó quinto después de hacer tablas con Alekhine y Capablanca y de derrotar a Emanuel Lasker, el campeón del mundo más longevo, ya que retuvo la corona durante 27 años. Su combinación final, conocida como «la lanzadera», «el molino» o «el molinillo», es de una belleza solo superada por su eficacia.

Comienza el misterio

Su último torneo en tierras rusas fue un cuadrangular en Leningrado, donde acabó tan cansado (y segundo, ante jugadores inferiores). Decidió entonces poner fin a la aventura europea y regresar a Estados Unidos. De ahí volvió a su país, donde recibió multitud de homenajes, antes dse emprender un último viaje a Chicago, donde acabó su carrera de forma abrupta.

Algunas fuentes sostienen en el documental que fue drogado y expulsado de los Estados Unidos, después de recibir una paliza y de un incidente sin aclarar en la ceremonia de clausura del torneo de Chicago. Allí acabó segundo, una gran decepción para él, tras una inesperada derrota en la última ronda ante el otro Lasker, Edward. Un telegrama llegado de Rusia completa un puzle todavía sin resolver.

El caso es que algo hizo clic en su cerebro y ni los historiadores ni sus allegados se ponen de acuerdo en las causas. Unos hablan del estrés de la alta competición, otros citan un desangaño amoroso y varios amigos aseguran que se sintió investigado por los servicios secretos, primero en Rusia y luego en Estados Unidos, lo que acentuó su paranoia, anterior en décadas a la de Bobby Fischer. Que le negaran una cátedra en la Universidad Autónoma de México no ayudó a la causa mental.

A partir de ahí, se sabe que Torre pasó por distintas instituciones médicas y mentales, donde el atraso científico de la época acentuó sus problemas. Sufrió terapias con electrochoques, por ejemplo, inadecuadas para cualquier paciente, más aún un ajedrecista. Uno de los expertos asegura en la película que con un tratamiento moderno se habría recuperado sin problemas.

Fruto de su crisis nerviosa, inofensiva, su comportamiento se volvió errático y su aspecto descuidado, pero hay algo que engrandece aún más a Torre: puede que perdiera fuerza o interés en los tableros, pero como persona no hizo otra cosa que mejorar. Culto y políglota, amable y desprendido hasta la exageración, era comprensivo con la ignorancia de quienes le rodeaban.  Tampoco le faltaron amigos, que lo mantuvieron durante mucho tiempo pese a que él, incorregible, siempre regalaba lo poco que tenía a alguien aún más necesitado. Esa paz la trasladó a los tableros, ya perdido para siempre el espíritu competitivo. Ni siquiera en las partidas simultáneas le gustaba ganar e infligir dolor a sus semejantes. En esos años, no había nada más fácil en el mundo que pedirle tablas y conseguir el regalo, cualquiera que fuese la posición.

Gran lector y amante de los números, Torre acentuó su perfil religioso y filosófico. Llegó a abrazar alguna variante del budismo. No nos quedan demasiadas partidas, más que nada poque tampoco las jugó, pero en ellas se puede percibir una mente brillante y revolucionaria, que jugaba aperturas muy modernas para su época. Algunas variantes que llevan su nombre todavía son muy utilizadas. En la calle Pushkin de Leningrado tuvo tiempo de escribir un libro, «Desarrollo de la habilidad en el ajedrez», editado en ruso antes que en español.

Michelone cuenta en algún artículo, no en el documental, que el título de gran maestro le llegó a Torre después de muerto. «Muchos años después, gracias a los trámites de Carlos Encinas (delegado internacional de la federación mexicana ante el organismo internacional hace unos años), la FIDE otorgó el título de gran maestro de ajedrez a Canal (peruano) y a nuestro compatriota Torre. Ambos reconocimientos fueron post mortem». Javier Cordero, autor del libro Los talentos olvidados del ajedrez”, contradice a Michelone y explica en el capítulo dedicado a Torre que le dieron el título en 1977. Es un síntoma más del abandono que sufrió este genio malogrado, que de todos modos nunca necesitó ningún título para brillar como el que más.

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