El aspecto psicológico es clave en cualquier deporte, pero en ajedrez es capital. Anand perdió el año pasado de forma lastimosa, sin ofrecer resistencia y en su propia casa, en la India. El domingo, un Magnus Carlsen pletórico le ganó la segunda partida del segundo Mundial entre ambos, que se juega estos días en la ciudad rusa de Sochi. Muchos veían al excampeón ante el abismo, ofuscado ante un muro que llevaba demasiadas partidas sin saber cómo derribar. En la tercera partida de su duelo, sin embargo, el indio ha logrado colocar una de sus «recetas», una línea de laboratorio similar a las jugadas de estrategia que tan bien practica el Atlético de Simeone.
Carlsen fue arrastrado de nuevo (en la primera partida supo escapar a tiempo) a un terreno desfavorable. La posición se había jugado antes, entre Aronian y Adams, en 2013, pero en estos casos los recuerdos suelen ser vagos y a menudo traicioneros. Incluso si Carlsen recordaba todas las sutilezas de aquella partida, se hallaba en un campo de minas plagado de enigmas muy difíciles de resolver sobre el tablero, con un tiempo limitado para pensar. En esas circunstancias, acabó cometiendo imprecisiones que le costaron el punto.
Los errores del genio noruego, por supuesto, no son casuales ni fruto de la baja forma. Obedecen a la presión del momento y a los apuros. La jugada 28 de Carlsen, ya muy presionado por el reloj, dejó la lucha casi sentenciada. Anand no perdonó y, con juego precisó, forzó el abandono de su rival seis jugadas después. Hay que jugar muy bien para derrotar a Carlsen en 34 movimientos.
El trabajo que tiene por delante el pentacampeón indio es todavía inmenso. El número uno es 21 años más joven y le saca 71 puntos Elo, por no hablar de que su juego es casi infalible en toda clase de posiciones. Una vez descubierto el estrechísimo camino, sin embargo, el peso que se ha quitado de encima el aspirante con su victoria, la primera en cuatro años, es gigantesco. Empieza un nuevo Mundial, con menos partidas por delante pero más emocionante de lo que casi nadie esperaba. Todo esto, por supuesto, lo puede arreglar Carlsen en dos partidas, pero al menos se ha demostrado que al tigre le quedaba algún zarpazo y que, esta vez, no viene rendido de fábrica.
Y esta fue la tercera partida del Mundial: