«Tienes que ser como un gran maestro de ajedrez, y nosotros no tenemos ninguno». Pocas trolas tienen las patas tan cortas como la que cazó al vuelo el periodista e historiador Olimpiu G. Urcan. La frase la dijo Donald Trump el pasado día 10 en Ambridge (Pensilvania), mientras explicaba sus posturas sobre el libre comercio, en uno de los actos de su campaña electoral, justo después de su segundo debate con Hilary Clinton. El candidato republicano es un político atípico, pero no en la forma de mentir.
Arrojar a los fieles un dato sin contrastar y ver cómo la celebran con vítores y aplausos debe de causar cierta adicción. En este caso, sin embargo, la frase dista demasiado de la realidad. Estados Unidos tiene 90 grandes maestros de ajedrez y acaba de ganar la medalla de oro en la Olimpiada celebrada en Bakú, en un nuevo descalabro para los rusos. De hecho, solo Rusia tiene más grandes maestros (234), con Ucrania (87) en tercera posición.
Puede que Donald Trump no cuente a los inmigrantes nacionalizados, pero incluso así la frase es ridícula. El error tampoco cabe atribuirlo a que el candidato esté anclado en el pasado. La FIDE creó el título de gran maestro en 1950 y lo otorgó a 27 jugadores. Incluso en ese selecto grupo inicial de ajedrecistas había dos estadounidenses: el psicólogo neoyorquino Reuben Fine y el nacionalizado Samuel Reshevsky, nacido en Polonia.
Garry Kasparov no ha tardado en comentar en Twitter la ocurrencia: «Orgulloso de ver que Trump sabe tan poco de ajedrez como de cualquier otra cosa. El equipo de Estados Unidos solo acaba de ganar la medalla de oro en la Olimpiada».
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