Gata Kamsky dejó el ajedrez a los 22 años, cuando era tercero del mundo y después de un doble intento, frustrado, de convertirse en campeón del mundo. Nacido en Siberia, a los 14 años desertó en los Estados Unidos junto a su padre, un exluchador que pegaba a su pequeño genio cuando perdía. Volvió a los tableros tras ocho años de ausencia, sin gafas, con otro carácter y, sobre todo, sin su violento progenitor. Está a punto de colarse otra vez los diez primeros del mundo.
(Este artículo, con ligeras variaciones, fue publicado en el diario ABC, en su versión en papel, el pasado lunes, 17 de junio)
Gata nació en la remota ciudad de Novokuznetsk hace 39 años y unos pocos días. Él no lo sabía, pero su padre ya tenía grandes planes: sería el mejor en algo. El chaval estuvo a punto de proclamarse campeón del mundo de ajedrez, pero un doble fracaso lo llevó a prejubilarse a los 22 años, según algunos obligado por su progenitor, Rustam.
Desde muy niño, a Gata le obligaban a practicar todos los días durante horas, al principio al piano. Cuando cumplió ocho años, la familia se trasladó a Leningrado en busca de profesores más avanzados, pero su padre, exboxeador de carácter violento -parece que sobre todo fue luchador-, se topó con que los «burócratas» de las escuelas pretendían reformatear al muchacho. Rustam decidió que el ajedrez sería el nuevo trampolín de los Kamsky hacia el éxito.
A los 14 años, Gata era una firme promesa y su deserción en Nueva York, donde disputaba un torneo, causó un pequeño escándalo. Para esconderle los vicios del capitalismo, su padre lo encerraba en sesiones de diez o doce horas diarias sin salir de su piso de Brooklyn. El joven Kamsky no tenía amigos, los jugadores locales le daban la espalda y, sobre todo, sufría maltrato físico cuando perdía. Pero se ve que los jaques con sangre también entran, porque en 1990, solo un año después, Gata se convirtió en gran maestro y pasó del puesto ciento y pico del mundo al número ocho, de un único y gigantesco salto. Era el jugador más joven en colarse en el «top 10». En 1991, se proclamó campeón de Estados Unidos.
Sus mayores problemas se los seguía proporcionando su padre, quien no contento con pegar a su hijo, mantenía frecuentes pendencias con otros grandes maestros. No sorprende que al principio no quisieran ni verlo en la selección americana. Gata incluso perdió algún patrocinador, espantado por la «pegada» del viejo púgil.
Amenazas de muerte
Rustam tuvo su más famosa disputa con Nigel Short. Amenazó con matarlo si volvía a incumplir las reglas. La norma violentada por el británico fue hablar a su rival durante la partida. Gata sufrió un ataque de tos y Nigel le recomendó que bebiera un poco de agua. Así era Rustam.
Pese a todo, en 1995 el chico ya era cuarto del mundo y disputaba en paralelo dos Mundiales, cuando el ajedrez internacional estaba escindido. En la carrera organizada por la Asociación de Grandes Maestros (GMA) promovida por Kasparov, perdió la final del torneo de Candidatos ante Anand. En el Mundial oficial, se jugó el título contra Karpov, después de ganar a Anand y a Kramnik. Su padre acusó a los rusos de tener un cuarto secreto en el que analizaban y al que Anatoly entraba durante las partidas.
La consecuencia de aquel doble «fracaso» es que Gata Kamsky, a los 22 años, dejó el ajedrez por la Medicina, donde según su inseparable sombra podía ganar más dinero. Lo anunció el Kamsky más viejo, claro, en una surrealista rueda de prensa. Luego Gata se pasaría a Derecho, siempre con la idea de forrarse en el punto de mira. Durante ocho años no jugó, salvo una especie de Mundial por eliminatorias en el que cayó en la primera ronda.
En 2004, ya sin el lastre paterno, sin gafas y con otro carácter, Kamsky regresó al ajedrez, que al fin lo acogió con algo de cariño. Le costó arrancar, pero en 2007 Gata ganó la Copa del Mundo y en 2010, 2011 y 2013 volvió a proclamarse campeón de Estados Unidos, donde solo Hikaru Nakamura, de origen japonés, le discute la supremacía. Tras una espectacular actuación en Grecia, se ha puesto a solo siete puntos Elo de Nakamura (muy aficionado al póquer, por cierto) y ha regresado a los diez mejores. Lo peor es que Gata ya ha dicho que piensa retirarse de nuevo el año que viene, cuando cumpla los 40. Quién sabe cuántas vidas (y jaques) le quedan en la recámara.
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