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ONU y armas nucleares en Medio Oriente: ¿ingenuidad o manipulación?

ONU y armas nucleares en Medio Oriente: ¿ingenuidad o manipulación?
I Sesión de la Conferencia sobre el Establecimiento de una Zona Libre de Armas Nucleares y otras Armas de Destrucción Masiva en el Oriente Medio, Ciudad de Nueva York, 2019
Jorge Cachinero el

Del 29 de noviembre al 3 de diciembre de 2021, se celebró, en la sede de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), en la ciudad de Nueva York, bajo la presidencia de Kuwait, el segundo período de sesiones de la Conferencia sobre el establecimiento de una Zona Libre de Armas Nucleares y otras Armas de Destrucción Masiva en el Oriente Medio –II Session of the Conference on the Establishment of a Middle East Zone Free of Nuclear Weapons and Other Weapons of Mass Destruction (WMD), en inglés-.

En dichas sesiones participaron 14 países -Argelia, Arabia Saudí, Bahréin, Egipto, Irán, Iráq, Jordania, Kuwait, Líbano, Marruecos, Qatar, Siria, Túnez y Yemen- y representantes de la autoridad palestina.

También asistieron, aunque, en calidad de observadores, Francia y el Reino Unido.

El antecedente de esta iniciativa para acabar con las WMD en Oriente Medio se sitúa en 1974 cuando Irán y Egipto patrocinaron una resolución que pedía una zona libre de armas nucleares en la región.

En 1990, Egipto amplió el alcance de aquella resolución para abarcar con todas las WMD y sus sistemas vectores.

Entre 1991 y 1995, Israel, trece países árabes y una delegación palestina celebraron negociaciones multilaterales, conocidas como el Grupo de Trabajo sobre Control de Armas y Seguridad Regional –Arms Control and Regional Security (ACRS) Working Group, en inglés-, que concluyeron, en septiembre de 1995, sin haber logrado ningún avance, una vez que, entre otras razones, Egipto quiso introducir en las conversaciones el asunto de las WMD.

En 1995, algunos países en la región del Oriente Próximo incluyeron el avance hacia una Zona Libre de Armas de Destrucción Masiva –WMD-Free Zone (WMDFZ), en inglés- como parte condicional de un paquete que extendía el Tratado de No Proliferación Nuclear –Nuclear Non-Proliferation Treaty (NPT), en inglés- indefinidamente.

Después de que ninguna iniciativa lograra logros para alcanzar esa WMDFZ en el Próximo Oriente, la Asamblea General de la ONU hizo público, en 2018, un mandato para crear esta nueva conferencia, de carácter anual, que se reunió, por primera vez, hace dos años, en la tercera semana de noviembre, y que no pudo reunirse en 2020 debido a la pandemia de COVID19.

Detrás de todo este aparataje de la ONU, la realidad es diferente e incuestionable.

El uso de armas de destrucción masiva en el Próximo Oriente por parte de muchos de los países asistentes a este foro ha sido un hecho incontrovertible a lo largo de las últimas décadas.

Por ejemplo, Saddam Hussein, presidente de Iraq, fue el primer gobernante que, en tiempos contemporáneos, en 1987 y en 1988, en concreto, ha utilizado armas químicas -gas mostaza y agentes nerviosos como sarín, tabún o VX- contra su propia población, especialmente, contra la kurda.

Kurdos de Iraq atacados con gas mostaza

Bashar al-Assad, presidente de Siria, siguió el ejemplo de Hussein y utilizó gas mostaza y sarín contra su propia población, desde 2013 hasta 2018, que exista constancia de ello, durante la guerra civil que se inició en su país en 2011.

En realidad, Siria comenzó su programa de desarrollo de armamento químico desde, por lo menos, 1979, tras la firma del acuerdo de paz entre Egipto y el Estado de Israel.

Sirios atacados con gas sarin

Por último, la República Islámica de Irán, que hace de la destrucción del Estado de Israel uno de los ejes fundamentales y públicos de su política exterior, comenzó a acumular conocimiento y capacidades técnicas para construir centrifugadoras y, por tanto, para desarrollar su programa nuclear en 1987.

Reactor nuclear de Bushehr, sur de Teherán, Irán, 2020

Desde su nacimiento, en 2019, esta conferencia no ha contado ni con la presencia de Israel, ni con la de Estados Unidos (EE. UU.).

De hecho, al margen de que Francia y el Reino Unido hayan enviado observadores a la reunión de este año, ninguno de los cinco miembros del Consejo de Seguridad de la ONU -EE. UU., la Federación Rusa, Francia, Reino Unido y la República Popular de China-, todos ellos, potencias nucleares y en posesión del mayor número de cabezas nucleares y vectores de lanzamiento de éstas del mundo, está haciendo ningún movimiento en la dirección de eliminar sus arsenales nucleares, más bien, por el contrario, están modernizándolos.

Esta inacción es patente a pesar de la declaración, general y bien intencionada, pactada entre esas cinco potencias, realizada el 4 de enero de 2022, en vísperas del inicio de la Décima Conferencia de las Partes encargada del examen del Tratado -aprobado en 1970 y extendido indefinidamente en 1995- sobre la no proliferación de armas nucleares de la ONU –Tenth Review Conference of the Parties to the Treaty on the Non-Proliferation of Nuclear Weapons (NPT), en inglés-, que iba a celebrarse, en la sede de la ONU, en la Ciudad de Nueva York, entre el 4 y el 28 de enero, y que terminó por ser cancelada.

Pareciera que esa manifestación estuviera dirigida, al menos, por alguno de sus firmantes, Rusia, en concreto, a tratar de influir sobre las sesiones bilaterales del llamado “Diálogo sobre Estabilidad Estratégica” entre Rusia y EE. UU. y sobre las conversaciones referidas a las exigencias de aquella hacia éstos acerca del reconocimiento mutuo de sus prioridades existenciales de seguridad respectivas, actualmente, en marcha.

Por otra parte, es inimaginable el cierre de un tratado de no proliferación de WMD en el Próximo Oriente, que pueda ser aplicable, en la práctica, en un momento en el que Irán está mandando mensajes claros a la comunidad internacional de querer continuar con el desarrollo de su programa nuclear hasta conseguir dotarse de armas nucleares.

Todo ello, con el objetivo declarado que Irán mantiene de destruir el Estado de Israel.

No debería sorprender, por tanto, la ausencia del Estado de Israel de una reunión a la vista de algunos de los participantes que acudieron a la segunda sesión de esta conferencia en la ciudad de Nueva York.

Por otra parte, algunos países de la región, presentes en la segunda sesión de dicha conferencia, tampoco han transparentado en qué momento se encuentran en el desarrollo de sus programas respectivos de WMD, ya sean nucleares, químicas o bacteriológicas.

La ONU listó entre los logros de la primera sesión de la conferencia de 2019 los de haber aprobado una declaración política, haber acordado un modelo rotatorio de elección de los presidentes de sus sesiones por orden alfabético, empezando por Jordania, en aquel año, y haber decidido que las sesiones se realizaran anualmente, con la excepción mencionada de 2020, por razones de causa mayor, durante la tercera semana de noviembre.

Sobre la de 2021, en palabras de su presidente, Mansour Al-Otaibi, embajador de Kuwait, durante la jornada de clausura de la segunda sesión de la conferencia, “llegamos a un acuerdo sobre las reglas de procedimiento de la conferencia, tomamos una decisión para crear un mecanismo para desarrollar el trabajo entre las sesiones y, más importante, iniciamos deliberaciones en una manera estructurada sobre varios aspectos de un tratado para la zona del Medio Oriente”.

En definitiva, mucho ruido y pocas nueces, a no ser que existan intereses políticos ulteriores a la celebración de esta conferencia, no visibles, por el momento, aunque perfectamente predecibles.

 

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