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La política exterior de Erdogan

La política exterior de Erdogan
Erdogan.
Jorge Cachinero el

La diplomacia de Ankara será, durante los próximos cinco años, tras la reelección del presidente Erdogan, el pasado 28 de mayo, autónoma y de vectores múltiples y, sobre todo, continuará manteniendo su carácter transaccional.

Asimismo, las preferencias exteriores de Erdogan estarán conectadas con los retos de su política interna, a los que, en estos momentos, Turquía está haciendo frente.

Las relaciones de Turquía con sus socios no occidentales han crecido en importancia dentro de las prioridades de la agenda de su política exterior y, a diferencia de lo que está ocurriendo con sus socios de otras regiones, disfrutarán de un dinamismo creciente.

Turquía continuará con la proyección internacional que se ha desplegado durante los últimos años de la presidencia de Erdogan, con el propósito de incrementar el esfuerzo realizado, hasta ahora, para revisitar el estado de las relaciones con sus vecinos.

El rumbo nuevo que tomó la política exterior de Turquía en el Próximo Oriente será mantenido con firmeza por Erdogan tras su reelección y Ankara está gestionando directamente, con éxito, los asuntos que tiene pendientes con diversos jugadores regionales.

De esta forma, Turquía está contrapesando la influencia que algunos de sus socios occidentales quieren ejercer sobre ella, indirectamente, al utilizar a sus vecinos más cercanos.

Así, durante 2022, Erdogan comenzó el proceso de reparación de las relaciones de Turquía con Arabia Saudí y con los Emiratos Árabes Unidos (EAU), que habían quedado rotas desde el comienzo, en 2011, de la primavera árabe.

Erdogan y el príncipe heredero saudí, Mohammed bin Salman, conocido popularmente por el acrónimo que forman las iniciales de su nombre, MBS, se reunieron en distintas ocasiones, en 2022, y MBS visitó Ankara en el verano de año pasado.

Erdogan (i), Mohammed bin Salman (d), Jeddah, 29 de abril de 2022.

Por su parte, los países del Golfo Pérsico comenzaron a apoyar financieramente a Turquía y Erdogan expresó públicamente su agradecimiento a éstos.

En el futuro, Turquía incrementará su interlocución con los saudíes y con las monarquías árabes del Golfo, con las que quiere consolidar este proceso de normalización en marcha.

Con todos estos países, Ankara quiere afianzar unas relaciones ya revitalizadas, dado que necesita los fondos que aquellos parecen querer invertir en Turquía, quien, a la vez, ve en estos mercados oportunidades de negocios innumerables para las compañías turcas.

Por su parte, los países del Golfo quieren recuperar posiciones en Turquía, especialmente, ahora que se hace más evidente el vacío de poder que el giro estadounidense hacia Asia está dejando en el Próximo Oriente.

Turquía está también comprometida genuinamente en progresar dentro del marco de diálogo que Rusia ha creado para diseñar el futuro de Siria.

El presidente turco espera abordar, a través de estas conversaciones, sus preocupaciones de seguridad en relación con la presencia en territorio sirio de la guerrilla del Partiya Karkerên Kurdistanê (PKK), o Partido de los Trabajadores del Kurdistán, y disipar las preocupaciones del gobierno de Siria por el despliegue de tropas turcas en el norte del país.

Para todo ello, Ankara confía en el papel mediador de Rusia para lograr ese entendimiento futuro.

La comunicación entre el presidente ruso, Putin, y el presidente turco, Erdogan, es fluida y positiva, como prueba, por ejemplo, el que el tono de la llamada telefónica de felicitación que Putin hizo a Erdogan, a finales de mayo, por su éxito electoral, fuera amistoso.

Putin (i), Erdogan (d).

A Erdogan le queda pendiente, asimismo, llegar a acuerdos con Egipto, con Grecia o con Israel.

En lo que respecta al Cáucaso, Turquía apuesta por iniciativas que ayuden a arreglar las relaciones entre Armenia y Azerbaiyán, ya que su restablecimiento sería una oportunidad para que Turquía, a su vez, abriera su frontera armenia y enderezara sus relaciones con Ereván.

Erdogan quiere crear espacio para desarrollar un diálogo pragmático con Armenia, una vez que parece que los turcos más nacionalistas están apaciguados sobre este asunto.

Una vez sorteado este escollo, Turquía podría materializar su ambición de establecer corredores logísticos, comerciales y económicos centrales, que la conecten con el Cáucaso y con las cinco repúblicas de Asia Central, sin incertidumbres, y de abrir la oportunidad a que se construya otro, de norte a sur, entre los oleoductos iraquíes en Basra, el Asia Occidental y toda Eurasia.

Con sus socios occidentales, Turquía mantendrá el sesgo competitivo de su interlocución.

El vínculo con Estados Unidos (EE. UU.) ha perdido inercia durante la década pasada y la llamada de Biden a Erdogan, para felicitarle por su victoria, fue tensa.

Biden.

Las amenazas de seguridad actuales son las que están recalibrando la política exterior turca, que quiere cerrar acuerdos con EE. UU. sobre el Mar Negro, sobre el Próximo Oriente y sobre el suministro de aviones de combate F-16.

No obstante, Erdogan es consciente de que no habrá posibilidades de devolver las relaciones turco-estadounidenses al lugar en el que estuvieron en el pasado, a no ser que Donald J. Trump sea reelegido presidente en 2024.

La relación con la Unión Europea (UE) es crítica para Turquía porque es su principal socio comercial y económico y los retos migratorios que Turquía lleva sufriendo, desde hace años, son, también, un problema para la UE, como ésta sabe muy bien.

Sin embargo, Ankara olvidó hace años la decepción sufrida, incluso, de lo que se consideró como una humillación racista de tintes religiosos, porque no se hubiera materializado su membresía en la UE, algo sobre lo que Turquía no quiere ni oír hablar en la actualidad.

 

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