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‘Diálogo sobre Estabilidad Estratégica’ entre Estados Unidos y Rusia

‘Diálogo sobre Estabilidad Estratégica’ entre Estados Unidos y Rusia
Ginebra
Jorge Cachinero el

El 30 de septiembre pasado tuvo lugar, en Ginebra, Suiza, la segunda reunión del llamado Diálogo sobre Estabilidad EstratégicaStrategic Stability Dialogue, en inglés-, es decir, sobre armamento nuclear, entre Estados Unidos (EE. UU.) y la Federación Rusa.

Esta reunión, realizada en formato bilateral, es decir, sin intermediarios, ni facilitadores, ni observadores terceros, dado que ésta fue la elección de las dos partes, se celebró entre delegaciones interdepartamentales de Rusia y de EE. UU., que fueron encabezadas, respectivamente, por Sergey Ryabkov, viceministro de asuntos exteriores, y por Wendy R. Sherman, primera vicesecretaria de Estado.

Wendz Sherman (i) y Sergey Riabkov (d)

Este proceso de Diálogo sobre Estabilidad Estratégica se puso en marcha tras la reunión celebrada, el pasado mes de junio, también, en Ginebra, entre Vladimir Putin y Joseph R. Biden y fue uno de los tres asuntos centrales -aparte del acuerdo que se alcanzó sobre la vuelta de embajadores a las capitales de sus contrapartes y del recuerdo que Rusia hizo a EE. UU. de sus líneas rojas en relación con Ucrania y con la política interna rusa-, que fueron tratados entonces, además de la ciberseguridad y del Ártico.

El soporte político a este Diálogo en marcha surgió del acuerdo doble al que se llegó en aquella reunión de junio, entre Putin y Biden, sobre armas nucleares.

En primer lugar, ambas potencias se reafirmaron en el principio de que una guerra nuclear no se puede ganar y nunca debe ser librada.

Esta aseveración -“a nuclear war cannot be won and must never be fought”- fue, originalmente, pronunciada por Ronald W. Reagan, presidente de EE. UU., en el discurso anual sobre el Estado de la Unión, ante la sesión combinada de la Cámara de Representantes y del Senado, en 1984.

Posteriormente, esta sentencia fue incorporada a la declaración conjunta que el presidente Reagan y Mikhail S. Gorbachev, secretario general del comité central del partido comunista de la Unión Soviética, realizaron, tras su reunión en Washington, D.C., en diciembre de 1987: “The President and the general secretary (…) continue to be guided by their solemn conviction that a nuclear war cannot be won and must never be fought”, de acuerdo con la versión estadounidense de aquel pronunciamiento.

Esa declaración de 1987 hacía parte de un proceso que Reagan y Gorbachev habían puesto en marcha con la celebración de dos cumbres -la primera, en Ginebra, en octubre de 1985, y la segunda, en Reikiavik, Islandia, en octubre de 1986-, que facilitaron el camino para que se firmaran, en 1987, el Tratado de Fuerzas Nucleares de Alcance Intermedio –Intermediate-Range Nuclear Forces (INF) Treaty, en inglés- y, en 1991, el Tratado de Reducción de Armas Estratégicas –Strategic Arms Reductions Treaty (START) I, en inglés- y, de forma adicional, una serie de limitaciones a pruebas nucleares.

Mikhail Gorbachev (i) y Ronald Reagan (d)

Debe señalarse que, por su parte, Rusia y China tienen un acuerdo para no participar en conflictos nucleares.

En segundo lugar, Putin y Biden acordaron, en Ginebra, en junio, extender, sin precondiciones, durante cinco años, la vigencia de las llamadas medidas para la reducción adicional y limitación de armas ofensivas estratégicas, también conocidas como Tratado START nuevoMeasures for the Further Reduction and Limitation of Strategic Offensive Arms o New START Treaty, en inglés-, que, fueron firmadas en febrero de 2011.

Tras esta extensión, el Tratado START nuevo tendrá vigencia hasta febrero de 2026 y mantendrá, hasta entonces, la imposición de límites verificables a los misiles nucleares, a las cabezas nucleares y a las lanzaderas nucleares de naturaleza ofensiva y de alcance intercontinental, ya sean misiles balísticos intercontinentales –Intercontinental Ballistic Missiles (ICBMs), en inglés-, misiles balísticos lanzados desde submarinos –Submarine-launched Ballistic Missiles (SLBMs), en inglés- o bombarderos equipados para el lanzamiento de armas nucleares.

ICBM

En 2021, las relaciones entre estas dos potencias nucleares, EE. UU. y Rusia, están lejos de encontrarse bien atemperadas, aunque existe un rayo de esperanza para que se pueda establecer una interlocución constructiva entre ellas.

La primera reunión de este Diálogo sobre Estabilidad Estratégica se celebró, en Ginebra, el pasado 28 de julio, y se centró en que ambas naciones compartieran sus percepciones respectivas sobre los riesgos de seguridad a los que hacen frente cada una de ellas.

La segunda reunión, llevada a cabo el pasado 30 de septiembre, se centró en las posibles soluciones a los problemas identificados previamente y, para ello, se decidió crear dos grupos de trabajo: uno, más filosófico, si se quiere, sobre principios y sobre objetivos; y otro, más pegado al terreno y a los problemas, sobre capacidades y sobre acciones de efecto estratégico.

El resultado ideal de la labor de esos dos grupos de trabajo debería ser el de poder delinear cómo hacer frente a las preocupaciones y a las susceptibilidades legítimas de ambas partes.

Las discusiones de este Diálogo sobre Estabilidad Estratégica han sido, hasta el momento, “intensas”, “sustanciales” y “robustas” y hacen frente al reto de aproximarse a un número muy amplio de asuntos muy complejos con una mentalidad holística y abierta.

Hasta el momento, como resultado inicial del proceso en marcha, parece haberse llegado a un entendimiento compartido, entre EE. UU. y Rusia, sobre cómo encontrar soluciones a los problemas planteados.

Sin embargo, Rusia mantiene sus suspicacias sobre si EE. UU. realmente quiere cambiar lo que aquella considera que son unas ambiciones y una forma de operar a las que califica de “desestabilizadoras”.

Rusia, alternativamente, ha manifestado su visión en favor de una nueva ecuación de seguridad en la que se analicen, por separado, armas ofensivas, armas defensivas y arsenales de cabezas nucleares y que, simultáneamente, se evite una carrera de armamentos en el espacio exterior.

Por ello, Rusia sigue enrocado en torno a su mantra de “prepararse para lo peor y esperar lo mejor” para todo este proceso y manifiesta que se ha incorporado a este diálogo con espíritu de buena voluntad.

Por último, Rusia da por extinguida, sin remisión, la oferta que le hizo a EE. UU., durante el gobierno del presidente Donald Trump, para congelar la construcción de nuevas armas nucleares.

Para Rusia, aquella no fue una oferta abierta, es decir, tenía una fecha de caducidad clara, de la que EE. UU. era bien consciente, y que, por lo tanto, no hay opción para volver atrás y plantearla, de nuevo.

El contexto de aquel ofrecimiento de Rusia fue el deseo de manifestar al gobierno de Trump un compromiso para avanzar en el terreno del control del desarrollo de las armas nucleares y Rusia cree que EE. UU. cometió un error de cálculo al rechazarlo y que, por ello, la oportunidad se perdió.

Por su parte, EE. UU. quiere discutir sobre todo el armamento nuclear de las dos potencias, sin distinciones, es decir, tanto sobre el que tenga un carácter ofensivo como sobre el que tenga un carácter defensivo y rechaza, consecuentemente, la aproximación rusa al problema mediante su categorización.

Este es, aparentemente, un asunto que puede ser un obstáculo para que EE. UU. mantenga su disposición a seguir avanzando en este Diálogo.

El proceso comenzó en junio, continuó en julio y ha cubierto una nueva etapa en septiembre.

Hay acuerdo, por el momento, en cómo seguir adelante, cuál es el destino deseado, qué es lo que quiere alcanzarse y en cómo deben operar los dos grupos de trabajo creados en la última sesión.

La comunicación se intensificará, sin duda, entre las dos partes mientras se incrementa el trabajo y hasta que se celebre la tercera sesión plenaria.

A pesar del desarrollo acelerado que las nuevas tecnologías están trayendo al diseño de nuevos sistemas de armas, el objetivo de la Estabilidad Estratégica merece ser explorado y perseguido.

Con todo y con ello, los riesgos son innumerables.

Que una potencia ponga presión a otra y a sus políticas, directamente o a través de terceros, no es una buena idea.

Convertir a Australia en una de las cinco potencias mundiales por posesión del mayor número de submarinos de propulsión nuclear, según Rusia, tampoco.

 

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