La conexión entre India y la Unión Europea (UE), que se inició a comienzos de los años 60 del siglo pasado, siendo India uno de los primeros países en establecer relaciones diplomáticas con la entonces Comunidad Económica Europea (CEE), está definida, oficialmente y por las dos partes, como una asociación estratégica desde la 5ª Cumbre India-UE -la 1ª tuvo lugar en junio de 2000 en Lisboa-, celebrada en La Haya, en 2004.
India y la Unión Europea son dos de las más grandes potencias del mundo y comparten una agenda de retos compartidos, más allá del deseo de acercar sus pueblos y sus culturas respectivas.
Entre estos desafíos destacan, en estos momentos, la amenaza terrorista internacional -los doce ataques, en Mumbai, en noviembre de 2008, de una organización terrorista islámica pakistaní, Lashkar-e-Taiba, están siempre presentes en la memoria colectiva de India- y, consecuentemente, la colaboración necesaria en sus políticas anti terroristas respectivas; el crecimiento exponencial de los incidentes y los ataques cíber a gobiernos y a empresas en ambas geografías; la colaboración financiera, económica y comercial mutuas en un contexto de crisis y de dificultades; y la cooperación en la lucha contra la pandemia de la COVID19.
Esta asociación estratégica hace frente ahora a todos estos retos en un contexto global nuevo que afecta directamente a ambas partes.
Dicho marco, de forma sintética, está definido por la rivalidad geoestratégica entre Estados Unidos (EE. UU.) y China para alcanzar el liderazgo en el mundo como potencia hegemónica -esta pugna es, ahora, abierta y su resolución, incierta-; por el regreso de Rusia como gran potencia mundial gracias, entre otras razones, a su intervención táctica exitosa en el Próximo Oriente y en el norte de África -Siria y Libia-; y por la recuperación de la cohesión dentro de la UE, recientemente reforzada, tras la salida del Reino Unido de la misma.
En el caso de la UE, cerca ya de los setenta años desde que comenzó su proceso de integración, la esencia de su modelo se ha transformado en una entidad post-soberana o post-westfaliana -es decir, un organismo supranacional que intenta ejercitar su soberanía, sin ser un Estado-nación-, que, sin embargo, a pesar de sus ambiciones de interactuar con otras potencias mundiales, no tiene el mandato de sus miembros para poder hacerlo.
Además, el triunvirato -también conocido como los tres grandes de Europa, junto con Alemania y con Francia- de la UE ha perdido a un miembro muy importante de ese círculo más interno, es decir, el Reino Unido.
La realidad de los hechos es que India, dentro de esa asociación estratégica con la UE, tiene relaciones mejores con las partes que con el todo, por mucho que esto irrite a los burócratas de la UE.
De hecho, para India, es una dificultad encontrar puntos de encuentro con las grandes ambiciones de la UE cuando, en realidad, ésta no tiene el mandato de sus estados miembros para desarrollarlas en la práctica.
La consecuencia de todo ello es que India, en el terreno de los hechos, prefiere, dentro de la UE, las relaciones bilaterales con cada uno de sus estados miembros de forma separada.
Aun así, la 16ª Cumbre India-UE, celebrada el pasado 8 de mayo, contó con la presencia de todos los veintisiete líderes de los estados miembros de la UE en una señal clara del interés elevado que existe en la Unión por afianzar y profundizar sus relaciones con India.
Este interés, sin ningún género de dudas, está siendo subrayado, especialmente, por el apoyo que la UE está prestando a India en su lucha contra la COVID19.
La profundidad de la relación entre las partes se muestra en momentos difíciles como estos.
Cuatro son los motivos que empujan a la UE y a la India a estar cerca la una de la otra.
En primer lugar, existe el compromiso compartido entre las que son las mayores democracias del mundo -UE y la India-, en términos de población, con la democracia como sistema político y con los valores que ésta trae aparejados.
Entre todos, destaca el de que -de acuerdo con la frase pronunciada por el que fuera presidente de EE. UU., George W. Bush, cuando presentó su visión para la paz en Oriente Próximo, durante su discurso sobre el Estado de la Nación de 2004 ante el poder legislativo estadounidense- “las democracias no van a la guerra entre ellas”.
La UE y la India reconocen problemas en sus sistemas democráticos respectivos.
Sin embargo, son conscientes de que las democracias buscan, de forma natural e instintiva, casi, a otras democracias para relacionarse y mantener relaciones políticas, de seguridad, económicas y comerciales.
Por otra parte, la UE y la India se ven a sí mismas, respectivamente, como grandes potencias mundiales, que quieren actuar y comportarse como tales en un mundo crecientemente multipolar.
Ligado a lo anterior, India y la UE comparten el diagnóstico de que la relación transatlántica está dañada y que las cosas, en esta dimensión de la geoestrategia mundial, no volverán, muy probablemente, a dónde solían.
Por último, India y la UE comparten pronóstico sobre el ascenso de China como gran potencia mundial.
Así, ambas creen que, en los próximos años, China competirá en lo económico, cooperará en los asuntos de la agenda global y rivalizará con EE. UU. por el liderazgo en el mundo.
La UE busca en Asia socios comerciales confiables.
No obstante, en este terreno, India tiene la percepción de que, en lo que se refiera a ella, la UE es “all talk, not walk”: palabras, pero no, hechos.
De hecho, las negociaciones que India y la UE iniciaron en 2007 para llegar a un acuerdo de libre comercio (FTA, por sus siglas en inglés) fueron suspendidas en 2013 debido a que las ambiciones sobre los límites de ese posible FTA no eran compartidas.
La pregunta es, en estos momentos, si esas negociaciones pueden retomarse cuando, por un lado, India piensa que un FTA sería muy bueno para su país y para sus intereses, mientras que la UE, por su lado, sigue siendo escéptica acerca de los beneficios de éste.
Para tratar de salvar estas diferencias, India está embarcada en una ofensiva diplomática dentro de la UE sobre un posible FTA, que, por el momento, no está suscitando muchas simpatías en las instituciones europeas en Bruselas porque, de nuevo, India ha recurrido a priorizar el acercamiento bilateral a muchos de aquellos estados miembros de la UE con los que mantiene mejores relaciones diplomáticas, comerciales y de seguridad.
India desea un acuerdo comercial con la UE porque está persuadida de que una India fuerte es buena para la UE, al igual que cree que una UE fuerte es buena para India.
Sólo el tiempo dirá si esta relación entre la UE y la India da un salto cualitativo para convertirse, en los hechos, y no sólo, en el nombre y en las declaraciones públicas, en una asociación estratégica o simplemente se queda, a pesar de esta formulación, en el marco de una relación asimétrica y de arquitectura variable.
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