Cuanto más fútbol me toca ver y escribir, más me acuerdo de Manolo el del Bombo, más presente le tengo. Coincidí con él en el Mundial de Brasil y fue la estrella de mi resignado mundial. Me fijé bien. Le observé mucho. Uno de mis recuerdos fue perderme con él en Maracaná al final del partido. Él con su bombo y yo con mi instrumental de plumilla, rara pareja. Fue inolvidable porque íbamos en contradirección y el mar de aficionados se iba abriendo a su paso.
Ese contrapelo le daba a su soledad algo fascinante.
Al volver a Madrid recuerdo que le escribí una columna en alguna sección de esas periféricas. No recuerdo qué escribí sobre él, pero estaba lleno de admiración.
Porque Manolo el del bombo es un genio que ha sabido retratar y encarnar él mismo (mártir) al aficionado español. Ha expiado él solo toda la manolez hispánica, y el forofismo a machamartillo con el gesto sacrificado de calarse la boina.
Lo asombroso de Manolo es que siendo “el del bombo”, y orientándose siempre a la grada, a la multitud, nunca dejó de aparecer solo, no renunció nunca a la individualidad. No quiso una peña, o un grupo de animación, solo quiso la compañía de su bombo. No temió que le llamaran loco, que sonara ese hiriente:
-Mírale, por ahí viene Manolo con su bombo
Porque Manolo toca su bombo siempre solo, y su ritmo machacón es el suyo, personal, el que le sale de las entretelas forofas, y quiere contagiar a los demás, pero siendo suyo. ¿Alguna vez su ritmo se suma a otro ritmo ya existente? No, jamás. Manolo toca su matraca y ya pueden estar por bulerías en la grada, que él seguirá, erre con erre, con esa cosa baturra que tiene a pesar de ser de Valencia.
¿Quiso claque Manolo alguna vez? Jamás. ¡Quiso amigos! Un espontáneo grupo de amigos que cantaran con él y luego se disolviera. Nunca volvía con ellos, nunca los quiso conservar.
El individualismo de Manolo, entre la chanza y la locura, me ha parecido siempre conmovedor y algo muy difícil. Un individualismo afectivo, que salía al encuentro, pero que no aspiraba a perpetuar nada. ¡Manolo no tuvo nadie que le llevara el bombo!
Manolo el bombo se lo llevó siempre solo.
Logró la personificación genial, el retrato carnavalero y cómico, porque estamos rodeados de Manolos, somos unos Manolones truculentos, pero sin su genialidad de individuo-mascota, de solitario machacón.
¿Pero qué bombos suenan? ¿Qué bombos púnicos, peperoides, corporativos, gástricos, barbilindos tocan ahora?