Aparece una encuesta hoy en la que Vox superaría al PP en Cataluña, que no es cualquier sitio. Nuestra falta de cultura política es tal que a eso le ponemos un término italiano: el sorpasso.
Pues el sorpasso en Cataluña tendría un efecto inmediato. Debería llevar a preguntarse por la cuestión de la utilidad, según ha venido preocupando al llamado centroderecha.
El sorpasso da derecho a preguntar por la utilidad del “sorpassado”, a preguntar: ¿y tú, PP, eres útil? ¿Cuál es su utilidad ahora mismo?
Sucede el mismo día en que Bárcenas reaparece con graves acusaciones a Rajoy. El PP parece incapaz de superar su pasado, e incapaz de definir un nuevo espacio por mucho que algunos lo flipen en colores centristas. Es como un hijo a medio independizar que lleva la chaqueta del padre, el coche del padre, los andares del padre y que, sin embargo, se declara rebelde sobrevenido. ¿Puede Casado romper con Aznar y Rajoy como Kiko Rivera rompe con Isabel Pantoja? ¿En qué se queda si lo hace?
Casado y los suyos quieren la independencia de un nuevo comienzo, pero con las mismas siglas y estructuras (osamentas), un lujo que solo se puede permitir el PSOE, que para eso es dueño del hegemón y renace sin necesidad de cenizas.
El PP ahora mismo hace un efecto tapón. No tiene ni la fuerza ideológica (el turbo derechista perdido) ni novedad ideológica alguna para retar a la izquierda, y a la vez frena la progresión de Vox contribuyendo a problematizarlo, a extremarlo con la teoría de los dos polos (Bildu y Vox). Limita también la extensión y desembocadura de Vox al centro. ¿Quién es dique de quién?
Lo que el PP hereda del PP son los cuadros políticos, las clientelas, el voto agradecido y los asideros mediáticos, toda su gran estructura venida a menos, pero es una estructura ya que no alcanza para retar a la izquierda, sino para frenar a la derecha. No le alcanza ya para ser alternativa, sólo comparsa turnera, pero sí para desactivar como anómalo cualquier movimiento desde la derecha.
Lo hace porque ocupa desde hace décadas, en la memoria y en el relato mediático, el espacio de lo razonable, también el de aquello que se aplica tras el PSOE, el lenitivo que se mira con ojos desesperados: el bálsamo, la bolsa de agua caliente, la cataplasma fiscal. Es una labor grata, de la que se puede vivir bien. No es el guapo de la película, el canalla seductor, pero está ahí, de secundario confiable, rescatando a la chica cuando toca. La chica, sin embargo… ¿no estará ya un poco harta?
Ahora mismo, su situación recuerda a la Fórmula Uno, cuando un piloto se dedica a obstaculizar el avance del rival favoreciendo al compañero que va delante. Ese pilotaje tapón lo hace el PP y lo sufre Vox, que en cada curva se encuentra la trazada dibujada, obligándole a adoptar trayectorias excéntricas. El PP lleva muchas vueltas marcando unos tiempos muy lentos, cada vez más lentos, tanto que ya no piensa en ganar, solo en que pinche el de delante, pero su progresiva lentitud tiene una función en la carrera: impide que se metan en la pelea los que van más rápido. Algunos hablan de pinza, pero esto parece un tapón, un pilotaje de retrovisor, del que yendo delante conduce pendiente del que viene detrás, resignado a un papel subordinado.
Si el sorpasso se produce, ¿qué le espera ya al piloto adelantado?