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La lengua de lava

La lengua de lava
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Tras su erupción, el volcán de La Palma está viendo cómo le roba el protagonismo otro fenómeno: la lengua de lava.
La lengua de lava se ha convertido ya en un personaje, algo a la vez temible y admirable, acordonado y con su propia “zona cero” como un terrorista.
Cómo será la lengua de lava que ha interrumpido hasta la narrativa gubernamental. ¡Por fin algo tiene el nivel tectónico de la jeta del presidente!
La lengua de lava es increíble, es fascinante y es horrible. Ha destruido las casas de muchos palmeros y ha estado a punto de engullir a algún intrépido reportero (no deje Dios que eso suceda). Los periodistas la observan, se acercan, no saben si describirla como una guerra o como un partido de tenis, alguno está a punto de sacarle el micrófono, y no es del todo descartable que antes de llegar al mar sea entrevistada como portavoz oficiosa de la naturaleza:

-Lengua de lava, ¿está usted enfadada?
-…
-¿Tiene algo que decir a quienes la acusan de ser poco ecológica en sus emisiones?
-…
-¿Haría alguna recomendación al hombre?
– Sí (Brrr). Sigan bebiendo (brrr) el refresco (brrr) con pajitas de papel (brrr)

La lengua de lava es una cosa imperial, majestuosa, pero también otra gran desconocida para los expertos. No saben cuánto durará. Es huidiza como un cometa, e imprevisible como una visita o un 15-M. Oímos su sonido, su fragor telúrico, su gran cabreo, pero no sabemos qué hacer: es la mismísima naturaleza ¡es nuestra madre! Pero a la vez… ¿no deberíamos odiarla un poco?

Ella tiene el encanto de la indiferencia. Avanza lenta e inexorable entre periodistas como la Pantoja saliendo del aeropuerto hacia el coche de Tito Agustín. Avanza como una gran bata de cola, como un caracol mortífero, como un vertido ¿de quién? Es una procesión de piroclastos, con el ritmo de pesadilla de una invasión zombi.
Los incendios no se dejan observar de cerca, las tempestades son intratables, pero esta lengua de lava tiene un no sé qué, algo a la vez terrorífico y como de mascota casi acariciable; algo con una velocidad propia, menos que humana, que no comprendemos del todo, como un tacataca elemental, una lentitud geológica que extiende sobre las propiedades una mermelada de fuego.
Durante estos días será un personaje más. Tendrá comentaristas, tendrá expertos. Tendrá defensores y algún gran crítico. Muchos admiradores, un poco pirómanos, contemplarán excitados su lento erotismo (sepúltanos, sepúltanos contigo…). Nos cansaremos de hablar de ella, pero no podremos “doblegarla” ni convirtiéndola en gráfica.
Hasta que algún incauto del espacio exterior se decida a venir, será nuestro contacto con lo desconocido, nuestra experiencia intraterrestre.

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