Viene hoy en la prensa un comentario, creo que elogioso, al nuevo Pablo Casado. La suya es una novedad de fondo (matices de discurso) y de forma (barba). Esto último se despacha con poca profundidad, me atrevo a opinar. La barba de Casado no es cualquier barba. No es una más, una de tantas; en él tiene una función correctora fundamental, aunque no es tanto la barba como el bigote.
Casado tenía un problema grave de gesticulación. No paraba quieto. Pero además tenía una expresión problemática porque había una tensión desasosegante e incómoda entre su constante sonrisa hacia arriba, en u, y sus ojos hacia abajo, un poco declinantes, en n. Era un rostro agridulce, esa un “dramedia” de rostro. Era una tragicomedia. Era Talía y Melpomeme todo junto, las dos musas en su cara.
Lo cóncavo en Casado no quitaba lo convexo. La boca en u, la mirada en n. Esto provocaba una tensión constante y contradictoria que afectaba a sus capacidades expresivas.
Su nuevo aspecto corrige esto. El bigote subraya esa línea hacia abajo de los ojos, acentúa la mirada, redobla esa n con lo cual un lado de su rostro vence, se impone definitivamente y Casado adquiere la seriedad de un líder plausible. Acaba con la tensión dialogante de sus facciones (¡elimina unas facciones en la guerra civil de su expresión!). Desaparece esa sonrisilla nerviosa. Borra, en definitiva, a Julián López de su rostro. Porque no se podía aspirar a gobernar el país con una cara que recordaba constantemente al cómico chanante. Creo que esto lo agradecerá el mismo Julián López, que tenía cada vez más difícil ser Julián López con semejante reto estilístico al lado.
La barba, que en realidad es bigote (no estamos preparados aún para ese bigote)resolverá esa tensión e indefinición y “el centroderecha” por fin irá a algún sitio.
Todo líder “del centroderecha” ha pasado por el trance de ocultar su rostro en todo o en parte: Rajoy, Aznar y ahora Casado.
La barba de Casado es en realidad el bigote de Casado (un bigote presionando constantemente contra la sonrisa, un bigote-faja, un bigote depresor) pero pudiendo optar por la opción aznarista, todos sabemos que era demasiado, y ha optado por algo que además de no romper estéticamente con el rajoyismo está más extendido.
Hay que aplaudir a quien haya tomado esta decisión, decisión relanza-líder, aunque durante un tiempo seguiremos imaginando que bajo la barba de Pablo Casado pasan cosas.
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