(Publicada en ABC el 27 de mayo)
Hemos descubierto hace poco que los talibanes permiten mujeres en sus televisiones. Esa es la buena noticia. Pensábamos que las tendrían en casa. La mala es que las cubren por completo. Antes llevaban el velo o hijab, pero no es suficiente y tienen que cubrir su rostro. Aunque ha habido alguna heroína que se ha negado, no parece que los talibanes estén por permitirlo. Quieren tapar a la mujer, como aquí taparon a las mamachicho, pero mucho peor, muchísimo peor.
Hay una cosa, sin embargo, que se les ha escapado. Lo sabemos por algunas imágenes que han llegado: en ellas se observa a la presentadora afgana de negro, cubierta por completo con lo que parece ser un niqab, y sosteniendo un bolígrafo. Por ese bolígrafo casi podemos adivinar que se trata de una presentadora.
La imagen es poderosa y tiene algo contradictorio. El bolígrafo, ese bolígrafo que sostienen entre sus dedos todas las presentadoras de informativos del mundo, contrasta fuertemente con la prohibición del rostro, refuerza el anacronismo.
Los talibanes quizás no lo saben, pero si tapan a la mujer y dejan el bolígrafo, algo de modernidad sobrevivirá. En ese bolígrafo se irá colando occidente, el mundo liberal; la presentadora estará oculta, sepultada en velos, pero podrá mover las manos y esgrimir ese bolígrafo inquisitivo, periodístico, enfático…
Primero será moverlo, y luego, al moverlo, se les irán escapando las cosas que dicen todos las presentadoras con bolígrafo; cosas como “tienen que sentarse a hablar”, “con la que está cayendo”, “la que entre todos nos dimos”…
La presentadora será una mujer sometida por fuera, pero por dentro se sentirá Letizia Ortiz (en afgano) agarrada a su bolígrafo de presentadora con el que irá dando paso a las noticias, dejando en ellas su impronta o ademán crítico.
Ese bolígrafo al que se agarran los presentadores es lo que se les ha escapado a los talibanes, y es muy probable que también acaben prohibiéndolo porque le deja mucha iniciativa a la mujer, que puede sujetarlo entre sus dedos, moverlo (¡fálico también!) y usarlo como índice, como puntero, como batuta, como acento, como signo mudo.