Me lo imagino como un operario, como un propio. Un empleado del club con ese cometido específico: el acarreo de los trofeos para las fotos de los futbolistas. Hablo de esa foto que se hacen al irse, y que luego algunos repiten con cada aniversario; la foto con sus trofeos, con sus victorias, con el saldo de copas que dejan.
Se rodean de ellas como el niño el día de Reyes. El futbolista posa solo, pero acompañado por lo inanimado. Pero… ¿son ‘sus’ copas? ¿Se lleva al estadio, al césped, sus propias reproducciones? No, sin duda han de ser las copas originales, las mismísimas copas de la sala de trofeos, y todo ese acarreo, que no admite error y exige un celo como de tesorero, debe de ser labor de alguien. Alguien que imaginamos con la edad inespecífica de veterano del Madrid. Con ese aspecto invariable de ser Amancio.
-Buenos días, don Paco, ¿qué va a ser?
-Lo mío, Fulgencio, saca mis copas
Porque cada leyenda tiene las suyas. Llegarán allí con el palmarés ¿certificado por quién? El palmarés se compone de muchos minipalmareses. Este encargado ha de ser un hombre lo suficientemente humilde para llevar y traerlas, lo suficientemente responsable como para custodiarlas, y lo suficientemente listo como para no equivocarse y no darle al jugador una Copa del Rey de más. Su exactitud ha de ser absoluta. En su expresión debería observarse un reconocimiento servicial al crack, como de camarero muy muy profesional, y también, escondida, reconcentrada, la suspicacia del bibliotecario que da algo en préstamo. Porque esas copas… aunque no lo diga (sería un sueño que lo dijera) son ‘de vuelta’. “Roberto Carlos, no te encantes, las quiero aquí a la una”. Por otro lado, ¿se pueden sacar mucho? ¿A partir de qué importancia o títulos puede un jugador ir allí? ¿Podría ir Amavisca mañana mismo y sacar lo suyo? ¿Karembeu? ¿Albano Bizarri? ¿Isidoro San José?
Cada jugador del Madrid ha ganado algo, y todos tendrán derecho a esa foto que es como cuando pedimos el certificado del título a la universidad. ¿No debería haber un servicio en el club que determine eso?
Este operario será como el portero definitivo del Bernabéu, el portero de la puerta más importante y a la vez el más humilde.
La foto del futbolista con su prole de trofeos es un clásico ya. Gento (qepd) tenía varias con sus 12 Ligas, sus 6 Copas de Europa… A Marcelo le veremos con sus veintitantos trofeos; vimos a Raúl, a Ramos…
(Esas copas reproducen un momento, una época, un decorado, como la foto de los bañistas; son copas paisaje… cualquiera detrás de seis Copas de Europa, ¿no sería un poco Gento?)
Todos se hacen las fotos con las Copas de Europa como si fueran un monumento, como si las famosas fueran ellas y no ellos, pero… ¿no son también, en parte, una reliquia?
Cuando fichan todos se hacen la de la presentación, pero no todos se hacen esta foto final con ‘lo suyo’. Se parece a la foto del cazador con sus piezas, la que sin duda se hacen los yihadistas con el producto de sus decapitaciones a los pies…
Aunque la foto se repite, va variando. La disposición de los trofeos cambia, probablemente siguiendo modas ideológicas. Antes las copas se colocaban en forma de flecha, ahora adoptan una simple línea recta que a nadie puede molestar; incluso un círculo, quizás masónico, o formas asimétricas, desordenadas, como si los trofeos fueran niños juguetones alrededor del papá jugador. Se nota que los patrones van cambiando con las modas. En esos detalles se advierte que pasa el tiempo sobre la eternidad que es el Madrid, que son las cosas en general. Empezamos a fijarnos en las pequeñas arruguitas con las que el Tiempo muestra su humor, su cara, sus pequeñas mariconaditas. El Tiempo es como un desierto con sus dunas, sus oscilaciones, sus sutiles movimientos, sus minúsculas variaciones que luego vemos con horror que son siempre lo mismo.
Pero no me quiero desviar, ¡no tengo derecho! Volvamos a ese señor de las Copas del Madrid, ¿existe? ¿Es siempre el mismo? Y si no existe, ¿por qué no se instituye la figura? ‘El señor de las copas’, el que las deja en préstamo para que el futbolista satisfaga su pequeña vanidad; el configurador de minipalmareses, como lotecitos unipersonales, dentro del gran palmarés unido solo a lo temporal… Ese hombre (¡ha de ser hombre!), ese gran clavero, ¿no debería ser una institución dentro de la institución, con algo de pastor de copas que no permite que se pierdan, que se quede alguna distraída?
Pastor de copas, tesorero del metal, bibliotecaria de gloria… sí, quizás, pero… algo definitivo se nos escapa (¡Gravesen neuronal, plumilla inexacto!). La precisión maniática, ministerial y babilónica que tendría la existencia de ese señor, de ese cargo, no es posible imaginarla. Pero ¿no es exactamente lo que uno imagina para el Madrid?
Y aún más: ese hombre, ese cargo, no solo debería ser un operario vitalicio, sino además disfrutar de un sueldo austero. Es fundamental la austeridad: que ganase lo justo, lo justito. Reproduciría así una perpetuidad ‘bernabéu’ y cada vez que manipulara las copas, los títulos, las vitrinas, las estaría tocando austeramente, con manos de suprema honradez.
Esas copas se ganan con madridismo, pero… ¿se conservan en madridismo?
Por encima de todos los jugadores, y del presidente, y del presidente de honor, el encargado de esa llave definitiva sería a la vez muy importante y muy poco. Alguien que guardase en una carpetilla los ‘recibís’ más importantes.
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