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EL LADRÓN AFRICANO

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EL LADRÓN AFRICANO

 

Ha salido en prensa la noticia de un atracador que perpetraba sus delitos enmascarado como el asesino de la saga Scream. De esa guisa tuvo moderado éxito, pues el tendero, habitualmente varón, al ver la máscara se quedaba parado, no sabiendo si le querían robar la caja o pegarle unos navajazos. Mediaba en la víctima un cierto desasosiego: ¿quería el enmascarado robarle la caja o era un perturbado terrorífico? Es importante que incluso en ese trance se nos ofrezca un mensaje claro. De esta forma, ante la estupefacción, el ladrón iba robando sin recurso alguno a la violencia.

En esas estaba, feliz, hasta que en otro establecimiento lo que se encontró fue una mujer. Y no cualquier mujer, sino ese representante propio de las películas de terror que no sólo no huye ante el malo sino que lo persigue escaleras abajo. La víctima propiciatoria de grandes pechos, escotazo impávido, precisamente el personaje del que las pelis de Scream más se han reído.

En Scream queda claro que el aterrador acaba siendo víctima de su exceso de fascinación hacia la víctima, que precisamente porque atrae al del cuchillo, no le teme. Y es que si vas a atracar con la máscara de Scream te arriesgas a que te salga una Neve Campbell.

Pero esto lo desconocía el atracador, que se quedó muy sorprendido cuando la atracada salió detrás de él como si fuera un jugador de rugby. Del atracador poco sabemos, salvo que no había visto películas de terror y que era guineano.

No es el primer atracador africano que sale en las noticias. Hace poco, conocimos uno que se presentaba en los bancos descubierto, pero que una vez dentro, y después de haber sido grabado convenientemente por la cámara de seguridad, se ponía la capucha de atracador académico. Claro, le pillaron.

¿Estaba siguiendo un manual del perfecto atraco? Esto del atracador de bancos africano es la última cosa de la crisis, una perversión de la globalización y una melancolía completa. El africano, musical, dulce, quizás hasta un poco perezoso, simpático, sonriente, de una sabiduría natural, animista y franciscana acaba convertido en un chorizo, pero no en cualquier chorizo, sino que quiere encima ser atracador de nivel. Y claro, se equivoca.

El africano, honrado, estaba siguiendo a Jardiel, que decía que el ladrón ha de vestir mejor que el atracado.

Seguía, escrupuloso, la etiqueta del atracador.

Uno desea y teme a partes iguales el momento en que un africano sea ladrón perfecto. Lupin o Lute. Por él, por su realización occidental casi se desea, aunque con ello acabara la última lamentable instrucción del africano.

 

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