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El brócoli

hughes el

Tras la metáfora de Gistau, que veía en lo de Ostos con su paquete el gesto del que aparta el brócoli en el plato, pensé que me sería difícil volver a comer ese alimento, que ya de por sí no se encuentra entre mis preferencias. El brócoli me parecería un huevo arborescente de Ostos ya para los restos, así que mejor dejarlo estar. Pues hete aquí que anoche me voy de boda, de un amigo que consiguió engañar a una lituana (“Arvidas Sabonis, yes, yes, and Rimas Kurtinaitis too”) y lo que me encuentro de primeras es un brócoli, que obviamente allí se quedó (hay un tipo de guarnición, por cierto, que linda con lo decorativo, un instante de la verdura que es casi plástico). Para mí ese brócoli, ese arbolillo puñetero, esa coliflor bonsái estaba diciendo Ostos, Ostos, Ostos.

A veces, lo que leemos en el periódico supera a la realidad. Se la come. La transforma. Y la actualidad es el tema para un chiste. Yo saqué mi móvil y le eché una foto al brócoli, porque ese brócoli era la prueba de la literatura. El grito verde de todas las metáforas. El verde que te quiero verde y el huevo sinestésico.

Ante la incredulidad de los presentes, que me veían echarle una foto, tuve que disculparme:

-Perdón, es una cosa mía con el brócoli.

 

(Colgado este textillo, leo el artículo de Antonio Burgos de hoy en el que habla del yamentiendes, el yamentiendes gaditano que se parece al yatusabe cubano, el yamentiendes a vueltas del tatú, que ya no es el tatuaje coplero y marinero, sino otra cosa, el tatú, que a mí me recuerda y me lleva rítmicamente al tequiyá, la síntesis absoluta del idioma gaditano; el tequiyá sería la pancarta que yo dibujaría si fuese un indignado o lo que le hubiera dicho a los del fiufiu de haber sido el señor dimitido de la Marca España, que claro, con ese cargo cómo no le iban a doler los pitidos al himno. ¿Cuándo se tiene, por cierto, mayor cara de tonto que al silbar? La indignación del señor Gafo, que con ese apellido malamente podía acabar la cosa, se entiende, aunque la haya formulado bárbaramente porque no es sólo la indignación del español o del patriota, es la indignación del que ve que le destrozan el trabajo. Se pasa uno días y días mejorando la marca España, que debe de ser como estar componiendo el escaparate una y otra vez y llegan los mundiales, salen los silbadores y se va todo al traste. En lo de la marca España hay algo, sí, de escaparatista maniático y un poco tralará y el exabrupto del señor Gafo ha sido la natural indignación del que ve que ha echado la mañana en balde en el trabajo. No era una indignación política, sino laboral.)

(Nada más colgar el textillo vuelvo a leer a Montano hablar de la gaita eléctrica, abominación común, pues es como la gaita imparable, la gaita que amanaza con no desfallecer y pone un reparo genial y definitivo: ¡Un gaitero tiene que soplar! Y digo yo: ¿No parecen esos orquestados silbidos de los señores del fiufiu una congregación de gaiteros? Los silbadores del himno son el equivalente ibérico, cerril, pastoral (porque parecen pastores llamando a la cabra) del batallón de gaitas de los escoceses o de los irlandeses. Nosotros en vez de gaiteros tenemos a los tontos del fiufiu.)

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